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domingo, 30 de noviembre de 2014

ORGULLO

CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ

       Mientras maldecía, subía su tensión arterial hasta el punto de querer salírsele las guitas del cuello. Especulaba, vociferando, haciéndose eco de su mala suerte, de que estaba solo.                Súbitamente, se había dado cuenta de su olvido de mantener a salvo su orgullo siempre tan protegido. A un prestidigitador como él, que había actuado ante multitudes de personas en convenciones de todo el mundo, lo habían hecho descender hasta el peldaño más bajo de la ridiculez. Fue capaz hasta de hincarse de rodillas ante ella, delante de todos sus seguidores -cosa que no había hecho nunca-, para insistirle en que se quedara. 

Aquella mujer le había sacado de quicio, mas no la volvería a engañar. Porque la obligaba.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

EL DESEO DE DOMINIO

CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ

         Había previsto con esmerado detalle dotar a toda la infraestructura, donde se ubicaban los desplazados, de un medio de información  altamente valorado en el momento: colocar en los barracones un altavoz. También se habilitó uno de ellos como capilla, con todo lo necesario. Posteriormente se invitó al señor obispo para que bendijera aquel lugar de culto y este asignó a un sacerdote para la administración de los oficios litúrgicos. Todo el mundo, al parecer, quedó contento, si acaso faltaron algunos, los más reticentes, que no mostraron ningún agrado.                          Cuando llegara la hora diaria de la misa,  los feligreses podían asistir plenamente a la misma, en un acto de hermandad.                                                                                 Comoquiera que llegara el buen tiempo, muchos dejaron de asistir a ella. A partir de entonces, empleaban aquella hora en hacer sus compras en el economato de la empresa. Como el grado de  participación se había reducido drásticamente por tal motivo, pensó el administrador de los sacramentos que sería mejor que se cerrase el establecimiento en la hora crítica. Tocó  los resortes apropiados y consiguió que se cerrara.                                                                     A la gente no le cayó nada bien la decisión impuesta por redaños, y como la construcción de la presa iba un poco atrasada, optaron por echar aquella hora como extra y ya comprarían sus provisiones  por la noche.
Cuando el  ingeniero, que llevaba a cargo a todos aquellos trabajadores, se enteró de que estos habían cambiado la forma de vivir debido a la insistencia de aquel clérigo decidido a que se oyeran sus discursos más que la Santa Biblia, optó por mediar en el asunto. Simplemente se había equivocado al llevar aquel asunto y pidió al párroco que dejara de administrar su servicios eclesiásticos y se marchara. Y así lo hizo.                                                                El sufrido personal retomó sus actividades rutinarias y dejó de echar tantas horas extras. Cuando le interesaba a alguno asistir a las liturgias, se desplazaba tranquilamente al pueblo de al lado.         Y no porque le obligaban.
                                              

martes, 25 de noviembre de 2014

EN DERREDOR DE LA LUMBRE

CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ

Saltan crepitando las pequeñas chispas
arropadas con  estilizadas láminas
que dan su calor al cuerpo gaseoso.
Se acarician unas a las otras y yo miro,
mientras tanto, acercándome,
a una lumbre en el hogar de piedras,
metiéndome en sus entrañas,
Pero ellas, al herirlas, más se inflaman.
Una llanura de tormentas se conforma:
tizones humeantes que azulean  
con penachos inyectados de gas,
que son dagas de su alma.
Sus tintes de coraje contenido
agotan al pulmón que los abastece de carbono.
Arde todo como monte castigado
por un rayo fiero hambriento
que se consume al poco en su rescoldo.
Un extenso mar de llamaradas
se enarbola como aguerrido ejército
de afiladas lanzas que se alzan sin miedo.
¡Oh!, cómo tú me acompañas y me das sosiego;
tranquila es la estancia que me preconizas  
y un profundo respirar en mis adentros.
Mis pensamientos cabalgan por enervadas hachas,
llenas de crestas de arados y de troncos aserrados
que dieron vida a tierras despobladas.
Y en los inviernos fríos, a nosotros dieron
el calor en la noche y en las alboradas. 

viernes, 21 de noviembre de 2014

OTOÑO PERFECTO

CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ

El otoño va labrando con pulcritud exquisita
los perfiles y colores de todas las plantas.
El paso incansable de los días nos aproxima
al invierno donde todo permanecerá quieto,
latente, para resurgir luego
cuando vengan los cantos de una inusitada primavera
que dejará traslucir sus bendiciones.
Mientras tanto, la estación callada
va colgando las últimas postales en su nostálgico trayecto.
 ¡Vive!, otoño, que todo lo sugieres y trasminas,
volviéndote a pares de colores infinitos.
 Elogiado tu recuerdo, siempre hay alguien que te observa
 y te enmarca en un reflejo.
Y tú has de saber que has conseguido ser perfecto.


jueves, 20 de noviembre de 2014

NEFASTO

CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ

         Nefasto era abominable por costumbre, cada día, nada más que levantarse. Podía estar alegre y dicharachero por la mañana pero siempre acaba estando contra todo.                                     Nefasto se propuso el día de su cumpleaños ser más transigente y no tan desgraciado. No lo conseguía porque  no era su forma más natural  de ser, y en eso no podía dar más de sí. Tanto si iba a favor o en contra, era muy obstinado.
Parecía vivir en la contradicción, por eso cuando hablaba nadie le escuchaba, y cuando lo hacían se sonreían irónicamente, con la mirada perdida, sin mover un solo músculo del rostro, para ver si así se daba cuenta. Sus amigos pasaban de su conversación, manifestando estar ausentes. Esto le ofuscaba, porque se estaban riendo de él. No quería ser así y se esforzaba al tratar de no liarla por cualquier motivo.  Decidió no hablar casi, incluso cuando le preguntaban varias cosas, lo cual agradecía y le alegraba, pero se reprimía en contestar.                                                                                 No quería tocar ya las flores, porque al hacerlo, seguro es que se deshojarían. En el parque nunca pisaba la hierba por si dejaba de crecer. Cuando se cruzaba con alguien, simplemente hacía un movimiento de cabeza, acompañándolo de un abrir y cerrar de ojos; ya no se atrevía ni a decir buenos días por que se no se fueran a tornar malos. Nefasto fue cambiando  poco a poco su actitud con la gente, siendo propicio y agradable. Sonreía y hablaba  con dulzura, incluso llegaba a ser simpático con los niños.                                                                                                                                             La gente, sin reservas, comenzó a estar encantada con él.



miércoles, 19 de noviembre de 2014

EL AFILADOR

Cristóbal Encinas Sánchez


       Abajo, se oye un silbido lejano, especial, que todo el mundo conocemos.  Si te asomas a la ventana lo puedes comprobar, y nunca falla.
La gran rueda que lleva un hombre moreno, vestido con un mandil de cuero negro cargado de hollín y chamuscado, la acelera a golpe de pedal, con parsimonia, sin prisa. A la gente que acude en corro le ensimisma verlo, cómo dota de un filo cortante a los cuchillos y otros útiles de cortar que le llevan.
Dicen que ese hombre a la vez que afila se lleva otras cosas. Hasta siete le han contado a alguno: son siete las vidas que a veces siega.                                                                                                                     No es razonable ponerle oídos a los bulos que corren por ahí y que están cargados de amenazantes supersticiones. Pero ten cuidado de que el afilador no se pase por tu puerta.

martes, 18 de noviembre de 2014

EL ESCAPULARIO

CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ

       La apesadumbrada chica esperó hasta que pasara la última columna de soldados. Al final de la estrecha calle avanzaba un carro tirado por un triste caballo. Los mutilados cuerpos, exangües, eran zarandeados por los vaivenes cuando las ruedas pisaban  las piedras sacadas del pavimento. En uno de ellos, un brazo se extendió y en su muñeca mostró el mismo escapulario que ella le había regalado la tarde anterior.  Los labios se le quedaron congelados  y no pudieron soltar ni una palabra, solo se le oyó gemir.  Como una desquiciada se precipitó hacia el carro para comprobar si era el de su amado, pero su cara no estaba visible. El cabo que comandaba la fila ordenó a un soldado pararlo.  Tras desplazar los  cuerpos que se amontonaban sobre el que la chica había indicado, comprobó que una tupida barba le cubría el rostro. No podía razonar qué pudo ocurrir. Tal vez, en el último momento de la vida de aquel pobre hombre, le habrían consolado  ofreciéndole la santa imagen para hacerle más llevadero su inminente trance.                                                                             Con cierta resignación, la chica se retiró, de súbito, del inmundo carro para cobijarse en una lejana esperanza.

ESPECIE PROTEGIDA

CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ

       Todos contemplaban asombrados, desde la lejanía, cómo aquel soldado acompañaba a los buitres mientras desgarraban los trozos de carne que les había arrojado desde las almenas. Montaban el jolgorio concertado como un ritual apasionante.                                                       Nunca le atacaron porque conocían perfectamente a su bienhechor. Desde su infancia, durante los fines de semana, él ayudaba a su padre en su alimentación. En aquella época eran ya una especie protegida.  

lunes, 17 de noviembre de 2014

PUES TE ESPERABA


Cristóbal Encinas Sánchez

Hay un huerto dulce y maquillado
producto de la ansiada primavera,
envuelto en un perfume que me embriaga,
cuando asomaste tú por la vereda,
cargada de flores, una en la cabeza, 
haciéndote acompañar  de cantos atrayentes 
que a tu garganta afloran elocuentes.
Yo, mientras, en la copa de un árbol 
observándote,
presumiendo de que no me vieras.
Tú, concentrada, con la Naturaleza conversando.
Entonces osé hablarte y así, candorosa, respondiste:
"Ahí estás, pues te esperaba;
llevo días en que sostengo tu mirada fresca, 
insinuante y atrevida que me dice: 
¡Vámonos ya, amor, a la floresta!".

lunes, 10 de noviembre de 2014

UNA SUPUESTA COMIDA

Cristóbal Encinas Sánchez

        Una hora antes de empezar a servir las comidas en el restaurante de la planta baja hay todo es un trasiego de gente con carnes y pescados selectos dispuestos para ser cocinados con el mayor esmero. Hervir de ollas y sartenes chamuscadas, ensaladas a condimentar con las más exóticas hierbas y especias con el deseado aceite de oliva virgen extra, es lo que suponemos. Un efluvio ascendente emerge por las paredes próximas a mi dormitorio que quiere trasminarte y dejarse comer.
Mi mujer y yo nos barruntamos los platos que van a ser hoy elaborados, los que van a tener la suerte de disfrutarse en la mesa los comensales. Nos suponemos entonces los ingredientes que están utilizando por los olores que percibimos y nos ponemos a continuación a cocinar nuestro supuesto plato.
Al final de la sobremesa comprobaremos quién ha cocinado mejor, si los de abajo o nosotros y cuál el de mejor paladar.

A nosotros nos asiste el privilegio de la altura. Con todos los preparativos, los fogones harán su trabajo en la consecución de los platos de renombre y la mano de los jefe de cocina que sabrán mezclar en proporciones idóneas todos los componentes.
A la hora de sentarnos a la mesa -cada uno en su lugar- saborearemos como un cliente normal y decidiremos sin miedo a equivocarnos si nuestras comidas superarán sobradamente, o no,  a las que ofrecen en el restaurante.

Yo no quiero porfiar, pero mi mujer en esto de la cocina es un encanto.

sábado, 8 de noviembre de 2014

LA MATANZA DEL CERDO

Cristóbal Encinas Sánchez

        Eran las ocho de la madrugada, apenas se veía. Subidos a la tapia del corral, varios niños esperaban la matanza del cochino más grande que habían visto. Decían los de la casa que pesaba más de veinte arrobas. Se habían levantado muy temprano para ver con todo detalle los pormenores de tan meticulosa operación.
El matarife afilaba sus cuchillos de varios anchos y larguras. Un gancho grande con un gran curva por un lado, desentonaba por el otro con un pincho retorcido. Mientras, el agua hervía en la caldera de una manera escandalosa, producto de la rápida combustión de las aliagas.
Una botella de aguardiente seco se coge a la mano del más sediento para echarse un trago y lo comparte con los que forman el cortejo fúnebre. Este acompañará, en la retaguardia, al osado matador hasta la zahúrda, donde duerme el marrano. La algarabía que le despierta no es usual pues hasta lo asusta a esas horas tan promiscuas de un día un tanto raro.
Los niños se quedan a la zaga y ven cómo el agresivo portador del nefando instrumento se acerca silencioso al indefenso cerdo, si acaso lanzándole un ligero gruñido de confianza, para calmarlo. Mal lo lleva si no lo engancha bien por la barbilla. Da un tirón con el gancho y clava debajo del labio, en el maxilar inferior. La comparsa  le socorre al momento con unas empeñadas manos a las orejas, al rabo  y a los cuartos traseros.
En peso se eleva el que será sacrificado y, sobre un banco con fuerte armazón de madera, se tumba al desdichado. ¡Qué pena, cómo chilla!, afligido viendo venir todas las traiciones. Cada uno de los asistentes tira para un lado, lo tienen atado, casi no puede respirar y le están dando la  irritación más impresionante de su vida. Los cardenales le están brotando por todo el cuerpo. Hay un hedor de muerte que trasmina y que es más fuerte que el de las heces que se le escapan, abundantemente, al maltratado.
Un surtidor de sangre caliente, casi hirviendo, sale de la mano del matador tras el cuchillo asesino. Cae imperiosa al lebrillo y removida por una mano delicada, que la estruja, se va haciendo la molleja. Atrás quedan las horas de comidas abundantes de higos, tomates y bellotas. También, en el verano,  las revolcadas  que se prolongaban durante horas en la charcos del huerto y bajo las higueras. La vida no le durará ya más que unos minutos.                                                                                                                      Alguien le dice a los chavales que le den vueltas al rabo,  porque es la manera de que no se le quede ni una gota de sangre en el cuerpo. Después del último estirón, los niños, frunciendo el ceño, van con el dedo dispuesto para investigarlo todo y van tocando las orejas, los ojos, la lengua del muerto. Han comprobado que ya no se quejará más, después de tantos quejidos y esfuerzos en vano.

De sus carnes saldrán los chorizos, las morcillas, los tocinos y la butifarra. Su manteca se utilizará para hacer los mantecados y las tortas de chicharrones, aparte de untarla  en el pan tostado a la lumbre.        
Todo de él se aprovechará, menos la gracia de sus andares. Pero quedará impregnada en sus jamones que serán salados y conservados  para el disfrute de su exquisito paladar y que será alimento de los que lo criaron. 

jueves, 6 de noviembre de 2014

ASÍ LLEGÓ MI VIOLETA

Cristóbal Encinas Sánchez


La primera vez que se emitió en TV la serie de El pájaro espino, nació mi hija. Los protagonistas principales fueron Richard Chamberlain, Rachel Ward y Bárbara Stanwyck , entre otros. Fue una película romántica y nos gustó mucho. Cuando terminó esta, nos acostamos.
A las tres de la madrugada me despierta mi mujer, diciéndome:  "He roto aguas". Sin demora nos levantamos y nos preparamos para ir al hospital. Cogí la bolsa con todo lo necesario y mi Renault 5, que lo había comprado  cuatro  meses antes previendo  lo mismo, y nos pusimos en camino.  Nos hicieron el ingreso y solo quedaba esperar tranquilo a que todo se sucediera  con normalidad,  aunque con lentitud hasta el alumbramiento.
Los dolores comenzaron a  manifestarse flojos a las 03:40 h como un amago para entrar en faena.  En ese momento cogí  un papel que yo había dejado antes en la mesilla y apunté la hora. A  continuación le puse un asterisco y lo aclaré: "significa que el dolor es aún pequeño".
A medida que van llegando los dolores, y mediante convenio tácito con mi mujer, establecemos que  según  la intensidad de los mismos en esta sucesión irregular de ellos y hasta que acabara el proceso, me lo haría saber  con un simple apretón de manos. Al siguiente dolor, me apretó  con mayor fuerza. Yo apunté dos asteriscos y la duración que tuvo. Así, transcribiendo al papel estos datos, me iba yo haciendo una composición de que el proceso seguía con regularidad. Al menos eso creí.
Sobre las siete de la mañana, cuando el doctor Martínez la llamó para llevársela al paritorio, acabarían mis sobresaltos.  Llegué a apuntar hasta cinco asteriscos, que fundamentaban el mayor sufrimiento. Mis manos también lo agradecieron, porque varias veces llegó  mi mujer a clavarme las uñas, cosa que nunca me hizo con anterioridad.

Pasó un cuarto de hora cuando el doctor preguntó: "¿ A  ti qué es lo que te pasa?", diciéndoselo a mi hija recién llegada. Porque ella no lloraba desconsoladamente, sino que mascullaba disconforme con una simple imitación al lloro. Daba la impresión de que la había despertado de un apacible sueño del que la habían sustraído sin su permiso. Sencillamente, estaba un poco molesta.

martes, 4 de noviembre de 2014

UN APACIBLE SUEÑO

Cristóbal Encinas Sánchez                                                                    (A LA MEMORIA DE JAVIER JOYANES)


Quiero que entre todos le inventemos, 
y que nadie le traiga ramos de crisantemos, 
que todavía él no se fue.
No quiero llanto para su apacible sueño 
sino Justicia que a lo lejos veo; 
tampoco un rosario de rojas perlas en su boca. 
Recorre mi cuerpo un estremecedor escalofrío. 

Solo quiero que hoy me regale su sonrisa,
que le adorne la cara 
y que la muestre a todos en la calle.

No quiero abrazos impotentes
ni hondos suspiros de pechos lastimados, 
solo su mirada profunda y sus sonrisas: 
a esas las quiero yo todos los días. 

Libradme de todo lo restante, 
de sus ausencias hasta que las reparen 
y que por fin, tranquilamente, duerma. 

No quiero ungüentos fragantes 
ni esencias que merodeen por su aposento;
quiero voces que clamen su injusticia 
porque todos debiéramos de acompañarle.

Queremos de ti poder abrazarte 
con el profundo querer de tus quereres vivos, 
no pasar de tu vivo color a la desidia; 
que mañana vuelvas a tus cosas 
y a salir temprano con tus amigos. 
¡Qué pronto te escogieron para ir por el camino
diferente al que elegiste 
y que nadie se hubiera imaginado!

Hoy deseamos que tu corazón viva; 
que tu sangre, entera y bien nacida, 
por todos sea recuperada.
Que no caigas en el incalificable olvido 
para no despeñarnos en la desesperanza
y porque esperamos, para ti, Justicia.
Solo con eso, ya nos conformamos.