CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ
El tiempo pasa y la vida se
repite, parece que no ha cambiado nada. "Nosotros, los de entonces, ya no
somos los mismos", decía el poema. ¡Y es verdad!; atrás quedó parte de
nuestra esencia, de nuestra fisionomía, de nuestro ser. Son historias pasadas
que ya no nos satisfacen porque siguen siendo inasumibles en nuestros hábitos,
en la actitud de personas amigas que conocemos –¿es que todos los que creíamos
que eran los son ahora?–. Nos hemos quitado las mascarillas en varios aspectos
y no nos reconocemos. Hemos aprendido a hacerlo por la silueta, por el
vocabulario empleado, incluso por nuestras ausencias en otros órdenes. Por lo
tanto, no es una imagen fiel la que mostramos, tampoco es la que nos reflejan
los demás ni la que de nosotros mismos tenemos. Pero no queda ahí la cosa.
Sería tan feliz si estas miserias, indebidamente creadas en dos años,
desaparecieran.
Los chinos no dejan pasar en balde ni un contagio, con lo que
esto conlleva de enclaustramiento, de frustración y de vejación. Nosotros
tenemos más libertad personal para asumir responsabilidad ante la pandemia. Nos
hemos convencido de quitarnos las mascarillas y el tiempo, que cavila a nuestro
lado, nos alumbrará luz para que volvamos a ponérnoslas. Ojalá que acierte y,
de una vez, tienda la incidencia acumulada a cero.