CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ
Sé
que lo que yo piense será irrelevante casi para el cien por cien de las
personas. No trataré de imponerme solo por el mero hecho de hacer prevalecer mi
idea. Trato de dar unas pinceladas, más o menos importantes, que puedan llamar
a la reflexión, ofreciendo mi opinión.
Cuando
son otras acciones menos violentas, casi con apariencia de consentidas, como
las de un agresor sexual o un violador camuflado, tras un juicio justo sin
sentencia firme, sale a la calle el condenado –aunque en última instancia sea
juzgado con el resultado de una mayor pena que en la primera–, eso ya está
dentro de una conformidad que, aun no aceptándose del todo, es legal y más humanitaria.
Por descontado, a las víctimas siempre les asistirá el derecho a ser resarcidas
por el sufrimiento y la ignominia que han padecido.
La
justicia, sea en el país que sea, ha de aplicarse de acuerdo a la ley. La pena
impuesta, aunque no haya acuerdos internacionales, debe de prevalecer y así,
cada Estado, igualmente debería de hacerse cargo y meter en la cárcel a los
condenados de su propio país.
No
estoy de acuerdo con la pena de muerte, que actualmente sigue aplicándose en 58
países (en otros treinta tienen una moratoria), porque no es justa su concepción
ni su aplicación.