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martes, 20 de febrero de 2018

BARBECHO

   
Cristóbal Encinas Sánchez

       Soy un adicto a tener fotos tuyas. A pesar de ser muchas las que tengo en mis álbumes numerados, te sigo haciendo cada día las que puedo. Me asomo a la ventana  hasta que te veo pasar. Tu silueta me llama, y aunque no te reconozca desde lejos, sé que eres tú al comienzo de la calle.                                                     
Has cambiado mucho, últimamente, de aspecto, de ropa –¡cuántos colores!-, cuando vas al mercado y al gimnasio. El otro día te eché más fotos cuando te ponías el chándal y, después, al quitarte la primera prenda ya en tu casa. Estabas realmente magnífica con el pelo suelto, misteriosa y profunda.
Esta tarde subí por la escalera del parque y no te esperaba allí. Te oí cantar en el pequeño anfiteatro que nos albergó, casi desapercibidos, en aquellos días de invierno. Te vi allí con tus hijos y estabas muy ilusionada en la representación que hacíais. Yo permanecía detrás de los espesos setos, vigilando. De pronto, desapareciste y no supe dónde te habías metido: jugabas a las escondidas en el laberinto. Y me asusté un poco, hasta que, por fin, tus hijos reían contigo a carcajadas, clamorosamente. Después, se me perdió tu voz en la espesura de los árboles. Fue en ese momento cuando tuve la sensación de que era el último día que te vería. Empezaba a oscurecer.
Quizás ahora hayas cambiado tu forma de sentirme, o yo la mía de sentirte a ti. Nuestros corazones no están preparados todavía para albergar, otra vez, esa semilla. Esperar unos años será lo más recomendable y comprobar después si  germina.

martes, 13 de febrero de 2018

PALABRAS INSINCERAS (POR SAN VALENTÍN)


Cristóbal Encinas Sánchez
Las palabras tuyas son como espinas
que en mi pecho las clavas, penetrando 
mi corazón que sufre y va oscilando
día y noche perdido entre neblinas.
No eres capaz de estar callada un poco;
tu boca escupe y tuerce los conceptos;
de tus labios diré que son ineptos,
haciéndome aturdir como a un loco.
Si remonto al origen de tus besos,
sé que eso lo dices en cruel momento
de ira, pues solo quieres que me encienda.
Si me dejé llevar por tus excesos,
que fueron fragorosos, y no miento,
también por ellos tuve más tu hacienda.
Después tendré el propósito de enmienda.

sábado, 10 de febrero de 2018

DESEO DE AZUL

CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ
Arropa la luz tu imagen
tendida en las aguas verdes
que bordean tierno el regazo 
por tus caminos agrestes.
Arrópame de agua el azul,
de agua que el campo merece;
azul color de mis días
y que en mis noches sorprendes.
Arropas de encanto libre
con palabras en mis sueños,
que están rondando mis sienes
los montes y llanos tiernos.
Palabras que vagan solas,
que a la vez van escondiéndose,
diciéndote caracolas
en salina espuma verde.
A tus pies, bosques de pinos
acarician saludables,
y a tu cabello la arena
cuéntale cosas amables.
No será que quien te arropa
comenta muy elocuente:
amor, te deseo de azul
y de toda buena suerte.

miércoles, 7 de febrero de 2018

NEGROS NUBARRONES


Cristóbal Encinas Sánchez

(Se lo dedico a todos los que luchan, o lucharon, contra los estragos que produce la consumición de tabaco)
Negros nubarrones, negros,
llevas a tu interior si aspiras
mortíferos elementos
cuando enciendes un cigarro.
El humo, con su desgarro,
te hace añicos los pulmones.
Si ávido te lo fumas
y regalas, de repente
encontrarás portentoso
un tumor muy ostentoso;
serás súbdito sumiso
para enfrentarte al cadalso,
porque seguro es el paso,
que envuelto en papel de seda
te sorprende vivaracho,
es solo cuestión de tiempo.
No digas: "¡No me lo han dicho!"
Te aguarda y te acecha diestro
y con su espada te pincha
para traspasarte el cuerpo.
El efecto es relevante
si no le tienes el miedo
necesario y acuciante:
te quita pronto de en medio.
Si incesante el humo tragas,
a ti te mina por dentro
y no tendrás duda alguna
de atravesarte, por cierto.
Grandes pinchazos con lanzas
no te dejarán vivir
y hasta desearás morir
por atreverte a fumarlo,
cigarro fiero de largo;
que te carcome y te arruina,
como un martillo en un yunque
que forja una enfermedad.
Ese humo, que te hiere,
te confiere nulidad
para el resto de tu vida,
si lo aspiras largamente.
¡Necedad, trampa y tontura!,
es cosa que no te miente,
que te absorbe y te tortura,
que dura una eternidad,
o al menos, te lo parece.
El humo que se desprende
te contamina más, te hiere,
te cercena la comida,
la bebida te la impide,
y hasta la animosa orina
es incapaz de salir
de la ultrajada vejiga.
¡Qué delicioso el suspiro!,
el del último momento
cuando puedes exhalar:
¡Verdad, que no me arrepiento
de lo que fumé en la vida!
Y aquí yacen esparcidas
las cenizas de mi cuerpo,
por las que fumé incapaz,
mas ya no siento el tormento.
¡Que en paz tenga mi descanso,
y repose mi afición!,
que no poca es mi aflicción;
que en este momento ceso,
detengo mi aspiración
de algo tan suculento,
de ese fatal alimento
que al destierro me llevó.
Tengo ya tal convicción
de que me falte por siempre
el humo de mis pulmones,
que adoraré este aposento
sin aliento y sin temores.
¡Adiós, queridas labores
del tabaco y sus olores!,
que me dejasteis cargado
de múltiples sinsabores
y de la vida colgado.
¡Perdón!, por si os he aguado
con mi relato un instante,
en el preciso momento
en que extinta ya he dejado
de mis labios la sonrisa
por no cesar al cigarro.
FOTOGRAFÍA DE ARBUNIEL, TOMADA POR JUAN ALCÁZAR ESPINOSA