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martes, 21 de mayo de 2019

LA GATA EN EL MAÍZ


Cristóbal Encinas Sánchez  
                                                                    
       Observaba pacientemente la gata, en el entorno a su cubil, cualquier movimiento sospechoso que le pudiera incordiar en su tranquilidad matutina. Se adentró en el maíz muy sigilosa y pendiente del más insignificante ruido. De repente, a varios metros de distancia, vio ascender, por el tallo de una caña, a una culebra bastarda, que pronto quedó enroscada en su parte superior. Bien camuflada, allí permanecía vislumbrando por si se posaba algún pajarillo en derredor suyo.

No tardó más de diez segundos en verse a la gata saltar 

explosivamente para caer después al suelo con un lío

inextricable. El ofidio golpeaba con su cola zigzagueante en 

todas direcciones y se retorcía para defenderse de aquel 

torbellino que la asfixiaba. Pero no lo consiguió. Le había

mordido mortalmente en el cuello y no la soltaba. 

Los ojos brillantes de la felina denotaban satisfacción y una

seguridad plena. El poder con el que ella actuaba en estos 

casos era infalible: tenía que alimentar a sus retoños.


                                      EL ANIMAL VIGILA


domingo, 5 de mayo de 2019

COSAS QUE MÁS ME GUSTAN DE TI


CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ

Me gusta que me mires cuando estoy durmiendo,
y de pronto me despierto.
En ese momento me domina tu mirada
y me abstengo de contarte lo que estoy pensando,
pero tú me lo adivinas cuando abro los ojos;
verte entusiasmada al final de la noche,
y cómo comienzas el día con las cosas sencillas
bebiéndote el agua de la vida
de todos los pozos insalvables;
tu pelo trenzado con tallos de laurel
en que afloran prendidos galardones:
tus principios, tus ideas y tus razones.
Tu deseo inmensurable de entenderme,
y al no conseguirlo, tu cara de sorpresa;
tus desaires y ademanes concebidos
para desalentar al infortunio;
el potente grito que de tu garganta sale
y que no puedes acallar, pidiéndome socorro.
Me gustó el último catorce de febrero,
tus regalos de besos y caricias,
tus corazones sangrantes, como albricias,
pintados entre las sábanas y en los espejos,
debajo de las lámparas y de los libros.
De no saber tus pretensiones,
que siempre me ponen en vilo,
como ir al aeropuerto y despedirnos,
vislumbrar el trazo en ascendente vuelo
que en dos minutos en el difuso cielo
el monstruo desaparece
y ya no sé si te volveré a ver,
de eso sí te acuso.
Me gustan tus sencillos y claros pensamientos,
los que siembran en mí la esperanza,
y que bordan de ilusiones y alegrías
el alimento imprescindible de mi vida.