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jueves, 22 de marzo de 2018

UNA ROSA


UNA  ROSA
Cristóbal Encinas Sánchez
           A las afueras del barrio de Cinco Almendros había un muro paralelo a la cuneta de la carretera donde pintaban los jóvenes sus corazones atravesados por una flechas horribles de grandes. Los nombres de ellos estaban en clave de instrumentos musicales; y  a los de ellas les ponían nombres de flores: margarita, hortensia, azucena... Como algunos no tenían muchas expectativas de que se echaran por novia a alguna de aquellas señoritas, solían poner debajo una fecha imposible, como el año 2512 o el 1349 a.C.                                                                                                                                       
Uno de los jóvenes, muy enamoradizo y ágil en sus conquistas, le daba besos a su amada muy repetidamente, con  una mínima duración. La chica que era un poco tímida, en principio, los aceptaba de buen grado y siempre a escondidillas. Con el tiempo fue teniendo más confianza en él y su forma de besar ya no le escandalizaba tanto.    

Llegó la noche de Santiago y había verbena en el barrio. Asistieron otras chicas del pueblo pero en cuantía de quince o veinte, y que eran amigas de las que allí vivían.
Durante el descanso de la orquesta, se fueron "el Flauta" y "la Rosa" detrás de unos jardines próximos en un pequeño parque. No había mucha iluminación, al ser las farolas escasas y todavía no había salido la luna. Ya distanciados un poco del barullo, él no se lo esperaba pero ella se abalanzó de forma que lo sentó en un banco de madera próximo. Le sujetó la cabeza entre sus manos y se la acercó de súbito a su boca. El primer beso fue largo, voraz e inolvidable. "Te quiero, Lola", decía él cuando casi al medio minuto lo dejaba respirar. Y ella volvía a secundar con otro beso aún más pasional y prolongado. Los demás jóvenes, con su cachondeo característico, de uno en uno iban pasando vigilantes cerca de donde estaban los enamorados, y se dejaban caer con un "que te asfixia", o "te vas a poner morao".                         
Retomó la orquesta su actividad. Todas las parejas se aproximaron y comenzaron a bailar dulces valses. A los enamorados no se les vio más el resto de la velada y algunos se miraban con suspicacia, haciéndose musarañas.

A otro día, en el muro había una inscripción debajo de dos corazones ensartados que decía: "A cien metros de aquí, por pocas si se produce la defunción del Flauta, por falta de aire".                              
Y en el lugar quedó un perfume a rosas recién cortadas.

martes, 20 de marzo de 2018

AQUELLA TARDE


Cristóbal Encinas Sánchez    
Una gota de marfil cayó en el suelo,
una gota cuajada de nostalgia
se perdió sola.
Una lágrima era
puro y transparente cristal
como lluvia fresca en tierra árida,
al resbalar por tu mejilla
y después morir.

Como lluvia fresca en tierra árida,
como palabra yerta quedó
cuando dejó la vida de tu cara.
Unos cálidos ojos
inmóviles y apacibles:
como la inmensidad de mi pena,
su mirada.
Ellos, en una tarde quebrada,
la arrojaron;
y con las mías se juntaron
y se fundieron.
Una soñolienta soledad me embarga.

Recuerdo una tarde alejada,
unos ojos empañados,
una primavera deshojada,
un viento gris y apagado;
unas nubes negruzcas
como mi pena.

Recuerdo una cara suave y tierna,
un terciopelo dorado 
y un pañuelo;
una  pequeña voz ,
en tono de caverna,
me hablaba susurrante.

Recuerdo una cara,
unos ojos, un pañuelo
y una lágrima en el suelo.

Una lágrima cayó
y detrás otras mías brotaron;
una gota de marfil,
cargada de ansiedad,
que no se perdió sola.

AGUAS QUE ARRASTRAN LOS SILENCIOS


Cristóbal Encinas Sánchez


Sentado frente a mi ordenador, y junto a mi amplia ventana, veo la calle flanqueada a los dos lados por edificios desasidos que me dejan ver una estrecha franja de cielo. Al fondo, una plaza adornada de palmeras suplicantes que se agitan. Hay otros edificios aún más altos que cortan la vista del horizonte verde y natural de las tierras que en su día se prestaban a la contemplación extática y a la sensación placentera de aires consecuentes.
Ha llovido incansable y pausadamente durante todo un día en el que los pensionistas han dicho al gobierno que deje de engañarlos y que suba las pensiones. Es un día de fuertes aires que no se han llevado las palabras de los manifestantes, que se han anclado a las duras piedras de granito de las plazas donde las han pronunciado, y donde ellos se han sentido arropados.
Un halo de sospecha deja a la gente desolada por no haber sido fielmente escuchados; pensativa e insatisfecha sabe que su mensaje camina muy despacio.
Se acerca la noche y la lluvia sigue manifestándose, quizá para que el campo y los veneros tengan hoy el agua abundante para soportar nuevas sequías y así paliar tormentos. Nadie hay ya en la calle que clame su sentir, solo la televisión continúa repitiéndolo incansablemente. Pero hay una recompensa que no reparte nadie y que será generosa. El tiempo llevará estas palabras a su sitio. Y estas palabras que laten fuertes en el corazón de tantas y tantos pensionistas seguirán pidiendo que surja un nuevo escaparate con mejores miras hacia el horizonte.

FOTO DE ENCARNI F.S.

miércoles, 14 de marzo de 2018

ANÓNIMO INTRANSIGENTE


Cristóbal Encinas Sánchez       


Y ella dijo: “Todos los hombres sois iguales”. Y todos los que allí estaban  se dieron por aludidos. Ella continuó diciendo: “ En el caso de que no lo seáis, mucho peor para vosotros”. Y entonces ellos se quedaron extrañados.

       Ahora estoy muy cerca de ti. No quiero asustarte, pero estoy enamorada. Es una invitación que te hago para que me des una parte muy personal tuya porque eres un hombre generoso y atractivo, razonable y con mucho dinero.
Quiero que sepas que solo quiero hijos tuyos, de nadie más, en número de diez. Mis ideas son que nuestros hijos hagan grandes proyectos en el futuro, y salven a este mundo que se nos queda pequeño. Stephen Hawking me ha dado hoy la pista. Mi gran deseo es que ellos abran nuevos caminos y vayan a Marte dentro de cuarenta años. Estoy dispuesta a dialogar contigo si accedes a mi singular propuesta. No digas nada de esto a nadie, pero tú serás el primero que tenga una estirpe que descubrirá nuevos mundos y así contribuir a la propuesta más encomiable de la ciencia: salvarnos de este planeta ya caduco.         
Para comunicarte conmigo, lo harás subiendo la persiana de tu dormitorio, la que da al huerto, para que yo la vea. Si estás conforme, tendrás que dejarla subida todo el día, a partir de mañana jueves. Si no estuvieras de acuerdo, da lo mismo; y por favor, la subes también, porque el sábado por la noche entraré por la puerta de atrás tu casa sin demora.          
Esta es una idea que me rondaba por la cabeza desde que estábamos en la escuela donde tú dabas clase–tendrás buena memoria y lo recordarás–, pero no me atrevía a exponértela porque necesitaba una razón de altura. Te juro, amor mío, que no te dejaré porque quiero envejecer a tu lado, sabiendo que nos esperan días inolvidables, fecundos y de albores luminosos. Para tu regocijo, piensa en que me doblas la edad: son más de veinte años. Mira en tus listas de entonces, a ver si eres capaz de encontrarme.
Y alégrate, porque además, para meternos en harina, este fin de semana vamos a hacerle ese reconocimiento exhaustivo a nuestro universo más cercano.


                                                       Tuya, la anónima chica del cosmos

martes, 6 de marzo de 2018

A UN DÍA DEL SEPELIO



CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ

Cuando transcurre un día del sepelio,
ya empieza a tener el cuerpo veracidad de ausencia.
Se acepta el nuevo estado
se normaliza sin remedio la pérdida.
Después, los meses y los años pasarán 
y no se percibirán igual los sentimientos.
Es imposible ya recuperar al ser que amamos.
Y ese margen nos creará colchas de adormecimiento 
para no sentir el abismo del desespero.