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domingo, 20 de enero de 2019

EL PESCADO VENDIDO

CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ

             En estos últimos días, desde todos los medios de comunicación, se ha corrido la voz de que, tras las elecciones del próximo trimestre, saldrá un gobierno de los nuevos partidos. La gente se está volviendo loca con tantas noticias. Avanzan que en próximos días los mítines nos sorprenderán con programas excepcionales, sobre todo para los jóvenes sin trabajo y para los pensionistas. Para los primeros se crearán tres millones y medio de puestos de trabajo y solo habrá tres tipos de contratos. El sueldo mínimo interprofesional duplicará su cuantía actual. Para todos los pensionistas que cobren la pensión mínima, se elevará su pensión a mil ochenta euros. A los que ganen más, solo se les subirán el doble de lo que ha subido el I.P.C. También podrán adquirir, en el Imserso, el billete para viajar un mes por mar a tierras nórdicas o mediterráneas, por el simbólico precio de un euro. Todos las televisiones abundan en que el nuevo gobierno conseguirá recursos suficientes con las leyes que aprobará. Entre ellas está la de obligar a los bancos a devolver el dinero depositado en paraísos fiscales por los condenados en casos de corrupción. Las conversaciones están muy avanzadas.
Hoy miércoles, a las nueve de la mañana, había una acumulación excesiva de gente en la puerta de la panadería. Las dos colas se habían alargado hasta doblar la esquina.
–No sé qué pasa hoy, la gente parece que tiene más apetito que nunca –dijo el que ocupaba el puesto decimonoveno de la fila–. ¿O es que han bajado el precio del pan?
–No, todo sube. Será que anoche se habló en la televisión, profusamente, de que a los pensionistas les van a dar un viaje gratis –dijo otro que iba delante.
–Perdone, pero eso son tonterías. Anoche se pusieron todos de acuerdo, en un martes y trece. Les tomaron el pelo a los viejos. "Ni te cases ni te embarques", ya sabes el refrán. No sé qué veneno les ha dado esos nuevos partidos que tienen a la gente obnubilada. No se dan cuenta de que siempre, todos los partidos, prometen mucho antes de mandar, pero después se desdicen, lo sabré yo –resopla otro hombre mayor que está a la par de los anteriores pero en la fila de los churros.
–Yo, a decir verdad, he esperado ese momento tan ansiado en que nos den unas vacaciones tan largas. Tengo ochenta y dos años y lo que más añoro es un viaje por Grecia, a la isla de Lesbos, donde dicen que hay muchas mujeres. Espero poder salir y disfrutar como nunca lo he hecho –comentaba relamiéndose un infeliz que solo cobra la pensión no contributiva.
–A lo mejor, de tanta felicidad, revienta uno y se muere por esos mares de azules cielos –le responde un pensionista idealista que ya se ha comprado su bollo y siempre anda por ahí suspirando.
–Entonces, ¡qué bien!, así no tendremos que pagar ningún préstamo al banco cuando llegue el momento de jubilarnos –comentó un joven descamisado que iba a comprar tres churros.
–No tienes que morir, si te dicen que va a costar solo un euro. A lo mejor repiten esa novedad cada dos años hasta que seamos pensionistas –saltó un joven que tiene sueños imposibles, como el de un sueldo razonable, y que no tiene trabajo.
–Presentan al gobierno que pretende salir como muy generoso con todos los que menos ganan. Son gente con vigor y juventud, que han vivido las vicisitudes de la última crisis y sus criterios están bien fundamentados –expone uno que está ahora iniciando el camino de la política.
–¡Paparruchas! Estáis todos un poco pirados –respondió un guardia civil retirado que estuvo rondando el palacio de las Cortes el 23 F–,¿no veis su engaño? Si todos están pringados, son malabaristas de la palabra, encantadores de grillos. No seáis infelices, que llevan muchos años así.
Han pasado unos minutos y corría la fila de los más conversadores. Se iban agregando al grupo de los que ya habían comprado el pan. Especulaban con que no sabrían qué hacer con tanto dinero si se cumplían aquellas expectativas. Estaban muy felices, se podrían comprar más cosas y disfrutar más. Algo ahorrarían.
–Al final, cada uno ajusta sus gastos a lo que gana – soltó el viejecito de la pensión no contributiva.
El guardia civil, que también había tenido recientemente un problema con su herencia, les cortó en seco, un poco alterado, cuando secundó:
–Yo no quiero ahorrar nada porque pienso que, cuando fallezca, mis bienes serán objeto de peleas entre mis herederos. Por eso, me apuntaré a un viaje a las islas Canarias. Ni me creo nada de lo que dicen ni me importa la política. He llegado a un estado natural de convicción en que la clarividencia me conserva, y no voy a aceptar ideas que cambien mis planes. Además, porque yo ya tengo todo el pescado vendido.

  

domingo, 13 de enero de 2019

MI MEJOR DESTINO


CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ
Mira al cielo y olvídate.
Es una noche de expectativas amplias
y las estrellas lo cubren todo,
incluso cualquier problema que te sangre.
Se oye la canción "A summer place"
pero ya nadie sabe bailarla como antes.
El tiempo ha transcurrido tomando decisiones,
y yo, en la indecisión diaria, me debato;
y aunque ya sé a lo que supieron tus besos,
¿puedes darme otro, por si acaso?
No sé, pero nos vamos alejando
sin pensar en justificar los días pasados,
impregnados de amor, celestes, sosegados,
irresponsables, como nosotros.
Ahora vuelves a tener los ojos agradables
como cuando bailábamos en el rodal que ocupa una baldosa,
seducidos por las canciones que nos permitían
abrazarnos benditos, imperturbables.
Pero tras esa mirada yacen cuitas,
horrores y honor ya mancillado,
que desgarran tu interior con la ruina.
Son las congojas en etapas oscuras
que dejaron secuelas, minando el futuro.
Si me dieras un beso, el tiempo te desgajaría
y dejaría entrever soñadas ilusiones
que aún se mantienen agarradas a tu corazón y a tus heridas.
Dame un beso ahora que te haga olvidarlo todo
y mira al cielo, nuestro mejor destino.

lunes, 7 de enero de 2019

OBRAS DE AMPLIACIÓN



CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ

        A las seis de la mañana, cuando todos dormían, el puñetero se despertó pensando en las tareas que iba a realizar cuando amaneciera. Intranquilo, se levantó sin encender el candil, para no despertar a la familia. Situado detrás de la ventana, ladeó la cortina y echó un vistazo por una rendija. Apareció la luna en lo más alto: estaba llena, radiante. Pensó que con tanta luz era suficiente para lo que iba a hacer.

Se dirigió al piso de arriba, donde están las cámaras. Allí tenía un montón de haces de esparto almacenados. Desató uno de ellos y extrajo tres mazos para majarlos, estimando que con ellos tendría de sobra.
Se salió al huerto, en dirección a la piedra de machacar, un bloque de granito con cantos redondeados y dimensiones apropiadas. Necesitaba hacer tres sogas buenas para realizar el acopio de materiales en la construcción de un nuevo dormitorio y un aseo. Eran familia numerosa y se les quedaban pequeñas las estancias, pues pronto nacería su sexto hijo.
Con esta idea fija, se puso a machacar el esparto. Con su natural entusiasmo y la insistencia de los fuertes golpes, trascendió el ruido al interior de la casa: vibraban los entresuelos, los escasos cuadros y los cristales de las ventanas. Poco a poco se fueron despertando casi todos los durmientes.
Cuando el hombre tenía preocupaciones, dormía poco, y saltaba de la cama sin remilgos. No se andaba con pamplinas, incluso ni caía en la posibilidad de que podía molestar. Había que trabajar duro y nadie replicaba.
Sus hijos ya estaban acostumbrados a sus actuaciones, y dos de los mayores se levantaron prestos a ayudarle. Él estaba muy contento de que lo hicieran cuando le hacían falta, seguros de que eso era lo procedente. ¿No? Entonces eran otros tiempos.

          

viernes, 4 de enero de 2019

LA MUSA



CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ

La Musa me cogió desprevenido.
Cuando la espero, nunca se asoma a mi ventana;
mas siempre lo hace cuando escribo
en este papel interpelado y remiso.
¡Bien amada, rayo de sol mío!:
eres testigo de mi indecisión diaria.
A estas horas altas de la noche, yo te anhelo;
estoy cansado, olvidado y recluido.
Préstame, oh dama, tu voz apercibida;
que yo oiga clara tu palabra
y mi mano realce su expresión.
Así podré escribir conciso el párrafo
que sale de mi último aliento;
y sacar del verbo,
como de un amor,
el más singular y apasionado beso.