Cristóbal
Encinas Sánchez
He oído
cosas,
como que te marchas.
Y no puedo
permitir que te diluyas
después de
tanto tiempo transcurrida en mí,
que te
inmiscuyes como música
en vívidos
tránsitos de mi vida:
mi cabeza no
descansa.
Salirte al
paso y echarte el lazo,
para que no
escapes,
es lo que
pretendo,
sin
forzarte.
Me subiré al
árbol guarnecido
para que no
me veas
en ese
bosque de los ojos tuertos
y de los
silencios simulados
de las bocas
aturdidas e insalubres
que manan
puros rejalgares.
Te hablaré
con palabras de arrullo,
de suave aleteo,
y sorprenderte
para que callada quedes
y confiada vengas
a mis brazos,
como antes,
sin que le
des oído
a las cosas
displicentes
que la gente
diga.
Si no
pudiera atraerte,
daría mi
condición de ser sincero,
con la
agravante pena en mi corazón
de no ser un
ente nunca más completo.
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