Cristóbal Encinas Sánchez
Y ella dijo: “Todos los hombres sois iguales”. Y todos los que allí estaban se dieron por aludidos. Ella continuó diciendo: “ En el caso de que no lo seáis, mucho peor para vosotros”. Y entonces ellos se quedaron extrañados.
Ahora estoy muy cerca de ti. No quiero
asustarte, pero estoy enamorada. Es una invitación que te hago para que me des
una parte muy personal tuya porque eres un hombre generoso y atractivo,
razonable y con mucho dinero.
Quiero que sepas que solo
quiero hijos tuyos, de nadie más, en número de diez. Mis ideas son que nuestros
hijos hagan grandes proyectos en el futuro, y salven a este mundo que se nos
queda pequeño. Stephen Hawking me ha dado hoy la pista. Mi gran deseo es que
ellos abran nuevos caminos y vayan a Marte dentro de cuarenta años. Estoy
dispuesta a dialogar contigo si accedes a mi singular propuesta. No digas nada
de esto a nadie, pero tú serás el primero que tenga una estirpe que descubrirá
nuevos mundos y así contribuir a la propuesta más encomiable de la ciencia:
salvarnos de este planeta ya caduco.
Para comunicarte conmigo, lo harás subiendo la persiana
de tu dormitorio, la que da al huerto, para que yo la vea. Si estás conforme,
tendrás que dejarla subida todo el día, a partir de mañana jueves. Si no estuvieras
de acuerdo, da lo mismo; y por favor, la subes también, porque el sábado por la
noche entraré por la puerta de atrás tu casa sin demora.
Esta es una idea que me rondaba por la
cabeza desde que estábamos en la escuela donde tú dabas clase–tendrás buena memoria y lo recordarás–, pero no me atrevía a exponértela
porque necesitaba una razón de altura. Te juro, amor mío, que no te
dejaré porque quiero envejecer a tu lado, sabiendo que nos esperan días inolvidables,
fecundos y de albores luminosos. Para tu regocijo, piensa en que me doblas la
edad: son más de veinte años. Mira en tus listas de entonces, a ver si eres
capaz de encontrarme.
Y alégrate, porque además,
para meternos en harina, este fin de semana vamos a hacerle ese reconocimiento
exhaustivo a nuestro universo más cercano.
Tuya, la anónima chica del cosmos
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