CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ
Situada a la entrada del
pueblo, con el río a sus pies, la casa del puente era la que recibía a los
visitantes. Dotada de amplios espacios, se mostraba majestuosa para celebrar
toda clases de eventos. En épocas de carnaval discurrían personajes practicando
ceremonias de iniciación y deseos de tener suerte en sus amores. A través de un
ventanal trasero, los muchachos observaban con interés a las chicas que
mostraban sus elegantes figuras , dejándose acompañar por algunos de los allí
presentes más atrevidos.
Un día, el padre de uno de ellos fue a
observar qué ocurría en aquella casa, pues le habían comentado que su hijo
actuaba en unas representaciones nocturnas. Fue a buscarlo, y vio a otros
jóvenes merodeando. Se acercó y tras los cristales vio a su hijo junto a una
mujer semi desnuda, sentado en un sofá y haciéndole caricias. De súbito, le
ardió la sangre.
Los demás jóvenes se reían nerviosamente ante la presencia del padre, que
no estaba de acuerdo con lo que allí se exponía. Ante tal espectáculo, quedó
sorprendido. Entonces se le ocurrió coger un ladrillo y lanzarlo contra la
ventana. El estruendo que produjo al romperse el cristal fue ensordecedor. Con gran confusión, la pareja desapareció de la escena. Después a alguien de la casa
se le ocurrió apagar la luz en el interruptor general. De inmediato, en la casa
cesó toda actividad. Tras unos minutos de espera, por una puerta lateral, salió
el muchacho presuroso. Todo quedó en silencio.
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