Cristóbal Encinas
Sánchez
Hoy hace una
tarde desapacible para salir de compras. El viento insolente me da opción para
quedarme en casa, pues soy muy friolero. Enciendo el ordenador pensando en
conocerte un poco más, aunque no sé tu nombre solo tu dirección de correo. Leo
muchas frases tuyas en los mails que le envías a mi hermana, y cuando ella lo
deja abierto, con la pretensión de que le eche un vistazo y que me interese por
tus fotos, voy y ella se pierde.
Cuando
se pone a preparar la cena, olvida apagar el ordenador para después enviarme a que lo haga yo. Eso me ha
dado ánimos para seguirte día a día. Pienso ir a visitarte mañana en The Clothes
Reports donde sé que trabajas. Y estaré apostado en las columnas de los
soportales para observarte.
El pasado fin de semana aprecié, por tus correos, que te
interesan mis aficiones, lo que escribo en internet. No quiero que mis
opiniones, intrascendentes, te ocupen mucho tiempo, pero sí el suficiente como
para que sepas mi parecer sobre la moda del año que viene y sus complementos.
Esta mañana he pensado en ti. Eres una chica divertida, de trato
afable en tus relaciones cosas que admiro. Lo deduzco de tu talante, cuando
hablas con los clientes, cómo les miras y cómo se mueve todo en derredor tuyo. Te
miran complacidos, acatan todos tus asesoramientos. Me doy cuenta de su embeleso
cuando ondeas al aire cualquier prenda. Después, al marcharse, te demuestran la
satisfacción por la compra bien hecha. Eres
un portento.
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