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lunes, 21 de junio de 2021

REVOLOTEAS FELIZ

 

CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ

        Revoloteas, joven pollo, cuando ves llegar cada día al que te da la comida. Es el encargado de llenar el silo desde donde va repartiendo el pienso y el que vigilará que el agua no te falte. Cuando tengas tres meses de vida y peses alrededor de dos kilos en canal, no sabes, pobre, que está próxima tu hora.

             En el puesto del mercado, sin ningún tipo de pudor, expondrán tu carne abierta y destrozada, exangüe, y tu cabeza cortada estará amontonada con otras. Será escudriñada por muchos ojos y, cuando les toque el turno de comprar, le dirán al carnicero: “Póngame ese, trocéelo a cuartos”,  “deshuésele la pechuga" o "no quiero las patas”. Ahí se verá la desvergüenza de los clientes, cómo desprecian tu cuerpo, tus dedos, los que fueron soporte e hicieron desplazarte por la granja cuando empezabas a vivir.

              La de cosas que se harán con tus exquisitos muslos: una abundante sopa que alimentará a los hijos pequeños de un hogar y les dará el vigor que necesitan. Una buena ración de albóndigas , o en salsa de la abuela (otro día detallaré cómo se hace), que les calmará el apetito canino, pues el ajetreo en el colegio y en el parque habrán sido formidables. Y después no quedará un momento para tus recuerdos, de cuando eras un pollo muy joven y pensabas estar siempre con los suyos en el campo, preparados para procrear y ejercer la libertad en pleno.

               El granjero, el que tanto cuidaba de vosotros procurando un ambiente saludable y tranquilo, que os administraba medicamentos para combatir las enfermedades rutinarias, ese un día te asesinará con un sesgo definitivo de guadaña, cortando tu esbelto cuello, o dará la orden a otro ejecutor más especializado.

               Quiero decirte que todos asumimos tu destino, sabiendo que tus células formarán parte de nuestros propios músculos, sangre, huesos y cerebro. Y esto tal vez te conforte, y el saber que ya no sufrirás más.

                Lo más penoso queda para nosotros, que vemos tantos sufrimientos en el mundo cada día, y no nos hacen caso cuando pedimos a otros asesinos que cesen las matanzas. Pero debemos de insistir y no cansarnos, solo así lo conseguiremos, con la seguridad de que la Humanidad puede vivir mejor, en base a nuestros buenos deseos y a lo que hayamos aprendido –si queremos recordarlo– en el transcurso de nuestra vida.

             

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