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sábado, 5 de junio de 2021

UN CAMIÓN CARGADO DE LADRILLOS


Cristóbal Encinas Sánchez

         Era un día del mes de julio. Después de subir una buena cuesta, de pendiente pronunciada de tres kilómetros y muchas curvas, con la intención de que el viejo camión se refrescara -iba bien cargado de ladrillos de Bailén-, el conductor decidió apartarse en una cuneta. El sitio era el idóneo, donde comenzaban unas rectas con visibilidad total, pero ya estaba anocheciendo. Era sin duda el mejor tramo de la carretera nacional con una amplia cuneta. Las hierbas secas habían crecido tanto que disimulaban posibles trampas.

El conductor detuvo el vehículo, y echó hacia atrás para aparcarlo bien, fuera del asfalto. Cuando menos se lo esperaba, notó que el camión derrapó y se inclinó. Su rueda trasera derecha se hundió y él no pudo maniobrar para impedirlo. Impresionado por tan inesperado comportamiento, salió de la cabina con dificultad y fue a comprobar dónde se había metido. ¡Sorpresa!, una atajea, en el lugar más imprevisible y espacioso de la carretera, había aparecido de pronto. El cansancio se había hecho notar y él se había confiado en exceso a la primera de cambio. Las ruedas se introdujeron enteramente en el foso. Las hierbas, muy crecidas, eran las culpables, habían camuflado el peligro. Estuvo un rato pretendiendo sacar  de allí su camión, pero no había forma, había que descargarlo primero -llegó a la conclusión-.  A la hora que era, prefirió dejar el camión allí. Tras señalizarlo, debidamente, se fue andando hasta el pueblo, que estaba a unos cuatro kilómetros.

Al día siguiente volvió al lugar con refuerzos nuevos. Estos se pusieron manos a la obra y lo descargaron rápidamente. Ya liberado del excesivo peso, el conductor arrancó el motor y pudo salir del pozo con escaso margen. Y otra vez más procedieron a cargar los ladrillos.

Por aquellas rectas, alegremente, descansaba el conductor y el camión resollaba, celebrando, después de todo, que no tuviera ninguna avería. Estaba de suerte y el día era prometedor. 

Los muchachos, sentados encima de los ladrillos, cantaban triunfantes cortando el viento.

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