LADRONES DEL VIENTRE
Cristóbal Encinas
Sánchez
No converses
con personas extrañas
que te
negocian como porte lastrado.
¡Malas
influencias has tenido, niña!,
para que
te corten los sueños:
has
permitido que te inyecten
el veneno en
el vientre.
¡Cuerpo
dado al destrozo!,
ya avergonzado
y dispuesto a morir
en un gran
vacío sellado.
Lloros que
se ahoguen en suplicios
y cordones
faltos de alimento
te
esperan.
Solo falta
el dinero para cubrir los gastos
del posible homicidio.
Pero no
hay más dinero.
Aunque una
amiga tuya le ofrecerá su cuerpo
si con
ello logra pagarlo.
Quizá, ahora,
le compense al malvado,
en sus
propósitos,
la
posibilidad de dar así otra vida
como la
que ahora quitará.
Ya estás
en la estacada
y un mal
viento puede cambiar tu sino.
Camina
atenta para no desfigurar tu rostro.
Escucha a
quien preserva tu futuro
de todas
las mentiras encubiertas.
Declara en
ti a todas las mujeres tus heridas
para que las
sepan
y no sean
víctimas de una ilusión mal concebida.
No te fíes
de la gente que inserta desdichas por la calle
y a
oscuras pueda atraparte,
como al
tallo las espinas.
¡Hornacina
de plata!,
regalarán
tu oído esos ladrones,
con huecas
palabras de vil canto
y te
romperán si los escuchas,
y aflorarán
ajados carmines a tu boca
y la nieve
tu corazón apagará.
¿Acaso tu
amor,
no
protegerá a la vida que te brota?
Tus manos,
¡crúzalas!
armadas
por tu vientre,
que por
ello serás de nuevo redimida.
No
penetrará la sierpe hasta el origen de la
vida;
y no
arrastrará consigo
a esos
huesos cuajados de esperanza.
No te
dejará sentir el miedo
en rojas
marejadas.
Tu cuerpo,
ya limpio,
no habrá expulsado el germen
que estaba
floreciendo.
Entonces,¡agradécelo!
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