LA MUSA Cristóbal Encinas Sánchez
La Musa me cogió desprevenido.
Cuando la espero, nunca se asoma a mi ventana;
mas siempre lo hace cuando
escribo
en este papel interpelado y remiso.
¡Bien amada, rayo de sol mío!:
eres la testigo de mi indecisión diaria.
A estas horas altas de la noche, yo te anhelo;
estoy cansado, olvidado y recluido.
Préstame, oh dama, tu voz apercibida;
que yo oiga clara tu palabra
y mi mano realce su expresión.
Así podré escribir conciso el párrafo
que sale de mi último aliento;
y sacar del verbo,
como de un amor, el más singular y apasionado beso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario