(Lema: De bruixas
e meigas)
Cristóbal Encinas Sánchez
Con cinco
años de edad, aun siendo la más pequeña de los hermanos, conocía a su padre
mejor que nadie. Cuando salía del colegio siempre se asomaba por la ventana
para que él la viera y mostrarle sus deberes, explicándole después todos los
temas que había tocado y aprendido durante el día con sus profesores.
.
Muy exigente consigo misma y muy astuta, sacaba los dibujos que había
realizado con una especial intención, así a la primera. Ya en casa, a sus
animales de peluche les colgaba una hoja del bloc donde, previamente, había
escrito un cuento y como si fuera el deseo de cada animal. "Este es para ti", le decía a su
padre, y comenzaba a leérselo con mucho énfasis. Le hacía carantoñas y lo mimaba,
consiguiendo que no dejara de admirarla ni un momento. Ella sola era capaz de
montar un diálogo con tanta naturalidad que, fácilmente, lo embelesaba. La
coherencia que derrochaba en las conversaciones de sus personajes hacía que se
sintiera muy contento.
Y respirando hondo, se daba por satisfecha por haberle hecho
pasar unos momentos únicos y reconfortantes a su querido padre, que al final le
recordaría la expresión esperada: "Mi brujilla me tiene dislocado", a
lo que ella asentía, muy pizpireta, dando saltos de alegría y segura de que al día
siguiente le iba a decir lo mismo.
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