CRISTÓBAL
ENCINAS SÁNCHEZ
Centellea el canto con el fragor
poseso
que se asoma al centro en la
batalla;
brillan majestuosos los galones
del emisario azul en el Olimpo:
se ha propuesto resolverse Orión.
¡Oh, inefable voz excelsa!
de las notas expandidas,
transportada hacia el espíritu,
a un devenir errante
y a un constante nacer ígneo
que te sublima,
para rodar en círculos sangrantes
entre tormentas de eufóricas
llamas
con penachos plenamente
enfebrecidos.
Reclamo la auditoría del Sol
como nítido y esplendoroso juez
que está recién parido,
cabalgando inexorable en la
galaxia,
resurgiendo de un volcán
imaginario.
Hay un desplante y un silencio
apolíneos,
y un despliegue atroz de
nacimientos.
¡Oh, Orión!, constelación
espléndida,
que desbordas en unos pocos
segundos
y trasciendes el panorama
conformando,
recodo tras recodo, el firmamento.
Un repertorio de cantos de pájaros
embravecidos y exóticos suena,
aclamando tu destino al universo
con todas las frecuencias
inspirado.
Y el intrépido amigo del tiempo y
de la luz
demuestra que vive, resonando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario