A RELÁMPAGO NO LE GUSTAN LAS FIESTAS
(Capítulo I )
Cristóbal Encinas
Sánchez
Relámpago es un
perro bueno, agradecido y muy inteligente. Es un podenco andaluz canelo con dos
lunares blancos en la cabeza. Sus ojos verdes, inquisitivos, le dan un aspecto
de entereza y resolución, capaz de todo, aunque solo es en apariencia.
La primera vez que lo vi estaba desmejorado y abandonado por
su madre. Fue en la puerta de la escuela, al acabar las clases, cuando los
niños más pequeños nos hicimos cargo de su subsistencia. A la hora del recreo
nos esperaba y le echábamos trozos de nuestros bocadillos, algunas nueces con
higos y carne de membrillo. Lo teníamos muy entretenido y siempre jugábamos con
él camino a casa. Y en este ambiente de confianza y amistad, fue criándose a nuestro par.
Relámpago era, además, un perro libre. Cuando ya tenía un año,
en una tarde del mes de mayo, antes de las fiestas patronales, un hombre se lo encontró vigilando a unos patos en el humedal y lo
engatusó con golosinas para llevárselo a su casa y adiestrarlo para la caza. Le
soltó varios conejos y polluelos en la cuadra para ver con qué arte los
atrapaba. Lo azuzaba con insistencia, pero él, lejos de perseguirlos e hincarles
el diente, saltaba alegre y con mucho tacto se revolcaba con ellos, mostrando
su noble carácter. Nunca le hizo daño a otro animal y ahora menos, cosa que el
nuevo amo no aceptó con agrado.
- ¡Será cuestión de
insistir! Se le despertará la afición– pensó el cazador.
Así continuó hasta el día en que empezaron las anheladas
fiestas. Su amo, como cada año, se había apuntado al tiro pichón para lucirse. Pero a Relámpago tampoco le gustaban los tumultos. Los bullicios,
cohetes y escopetas le ponían histérico.
Llegó el segundo día y se fueron a un lugar distanciado del
pueblo, próximo al monte, donde se produciría el evento. Con tantos disparos,
el pobre perro estaba ya desquiciado y en tres ocasiones que tuvo de recoger los
palomos heridos, no aprovechó ninguna y los dejó escapar entre las retamas y los espinos. Sencillamente,
él no estaba por la tarea, pero
ladraba y disimulaba lo suficiente.
El amo, desprestigiado, se mostró airado y se lanzó sobre el
inútil perro para cogerlo del collar y, arrastrándolo, lo llevó hasta el remolque de su vehículo.
Relámpago se sintió ultrajado, despreciado e infeliz. Su corazón latía azogadamente.
No comprendía la furiosa actitud del humano. Cuando llegaron a la casa, fue
atado a una estaca en el hueco de la escalera del pajar y abandonado, otra vez,
padecería lo indecible. Volvió a recordar los tiempos de su infancia. Pero él no estaba dispuesto a ser un esclavo. Al amanecer del
día siguiente puso en práctica su estrategia de fuga.
Este es el primer capítulo de un perro llamado Relámpago, aunque el 2º capítulo se editó con anterioridad. Después vendrán más.
ResponderEliminar