CABALLO POR DOMAR Cristóbal Encinas Sánchez
Comentaban en la cuadrilla de
vareadores, en la Cañada del Olivar, que a un joven caballo tordo de varios
años de edad, no había quién le hincara la espuela. Todos los días campaba por allí a sus anchas.
Pacía junto a una burra zamorana de mediana edad, que le había amamantado a
raíz de morir su madre. Se había criado con todos los mimos por parte de ella y
de su propietario, pero era muy arisco. Huía en cuanto veía que alguien le
miraba y se le acercaba. El piquetero, un muchacho joven y ágil, se bajó de la última oliva que varearon. Era
la hora de almorzar y todos se fueron hacia el hato menos él, que se dirigió
hacia la pareja de animales. El caballo era muy rebelde y vigoroso y estaba dispuesto
a no dejarse montar por el inesperado jinete. La familia y compañeros que
vieron las intenciones del muchacho, intentaron disuadirle, ya que podría
tirarlo al suelo y despanzurrarlo. Pero él era como las moscas borriqueras, sin
cejar en su empeño, se subió sobre el animal. Encorvando
el lomo y dando saltos pretendía descolocar al molesto jinete. Como no pudo tirarlo
a tierra, se dirigió al galope hacia un olivo para que sus ramas le quitaran aquel estorbo, pero no lo consiguió. Él sí supo domeñarlo y encauzarlo hacia la carretera.
Después, desaparecieron.
A la
media hora, los comensales, ya intranquilos, les vieron venir. Presentaban una silueta normal a paso relajado. Subido a pelo en la grupa, llegó airoso hasta donde estaban todos
disfrutando ya del postre. Su padre se levantó para salir a su encuentro, y tras
comprobar que estaba bien, le dijo:
- - ¡Hijo, cuánto me haces sufrir! Lo mal que lo he pasado al verte trasponer.
Me das una irritación tras otra. Dime:¿hasta dónde has llegado?
- - Hasta el río, padre, y ha sido muy “bregoso” - dijo cuando se bajó del
cuadrúpedo, buscando el búcaro con avidez. Cansado y sudoroso, bebió con ansia,
largamente.
Josillo
era experto en tratar a los rebeldes como él. Sabía hablarles, mirarlos y
dominarlos. Él era así, porque lo había parido así su madre. Hizo lo mejor que
pudo por el animal y, además, es que él tenía esa gracia. El almuerzo todavía le
esperaba.
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