CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ
Una veintena de imágenes habían pululado por su cabeza en los últimos
momentos. Estaba entusiasmado, eufórico,
al contemplar cómo sus deseos se veían cumplidos.
En
la fiesta de carnaval iba vistosamente vestido, con ropas vedadas que se quitaba
con mucho recato. Lo más sensacional para él era que no le daba reparo al hablar
y a hacer ademanes con afectación. Incluso había llegado a desnudarse casi por
completo en el baile al quitarse la máscara.
Alguien
que parecía seguro decía allá por el fondo: "A ese no le conocéis".
Pero él seguía absorto con su lucimiento. De pronto, se encontró tendido de bruces en el suelo y sin saber qué hacía allí,
intentó recapacitar. La gente se le reía encima, formando un círculo, de forma
que le era imposible respirar, y se sentía aturdido.
-"A ese no le conocéis bien - repetía la voz, machaconamente,
pero cada vez más cerca de su oído. Como
a ráfagas de colores recordó el recibimiento al
entrar a la fiesta. Antes de repartir las bebidas, había vislumbrado
entre tantos al que le hablaba, ofreciéndole un vaso rociado con un brillante polvo
amarillo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario