Cristóbal Encinas
Sánchez
Soy un gato romano adulto, de ojos azules y pelaje
blanco con el rabo negro. Me crie en el huerto de mi amo y ahí conocí a muchos
animales, entre ellos a escarabajos, caracoles, abejorros y pájaros diversos. Juego
con ellos de una forma divertida y sosegada. Después, si tengo hambre, me los
como. Subo por los viejos muros de piedra hasta los tejados, trepo por los
troncos a los árboles y desde estas atalayas soy feliz dominando el panorama. Mi
ama solo me exige que tenga limpia la casa y sus alrededores de ratones, y
cumplido esto me permite hacer lo que se me antoje, como un ser libre que soy. Acabo de tener una camada con mi pareja, una minina de tres colores muy lugareña. Su instinto maternal es
exagerado y cambia a mis hijos continuamente de aposento cuando sospecha que
alguien la sigue. Cuando mi amo viene a traerme la comida, cabezas de pescado o
huesos, le guardo la mejor parte para ella, pues siempre está enclaustrada con
sus hijos. Así, cuando voy hacia ellos, se me pone muy tierna y agradable. Cuando
me levanto, escudriño con meticulosidad el follaje y los alrededores para verificar que
no hay ningún problema que le pueda afectar a mi familia. Si vislumbro alguna gresca,
paso desapercibido hasta que todo está pacífico. Después hago mi paseo rutinario
por las cuadras y los recovecos del gallinero por si hay algún polluelo
muerto.
La verdad es que tengo muchas virtudes, entre ellas el ser discreto y rápido. Ello
me reporta numerosas ventajas, pero ahora ese detalle se difumina porque mi amo
me ha puesto en internet. Por otro lado, me viene muy bien, pues hay gatitas en
celo que querrán conocerme personalmente, pues oigo sus insistentes maullidos que
provienen de los huertos colindantes.
Este verano
viajaré al país vecino, porque mi amo quiere que me empareje con gatas de diversas
razas. Piensa que así mejorará la especie. Yo, la verdad, me siento insuperable,
siendo joven, fuerte y bien parecido. Pero todo sea por ayudar a mi amo en
estos tiempos de crisis.
NOTA: Mi amo cree que me tiene aborregado
y me agasaja. No sabe el ingenuo que no me hace falta nadie, pero es mejor
dejarle creer en sus propias vanidades.
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