Hoy hace una tarde desapacible para
salir de compras. El viento insolente me da opción para quedarme en casa, pues
soy muy friolero. Enciendo el ordenador pensando en conocerte un poco más,
aunque no sé tu nombre solo tu dirección de correo. Leo muchas frases tuyas en
los mails que le envías a mi hermana, y cuando ella lo deja abierto, con la
pretensión de que le eche un vistazo y que me interese por tus fotos, voy y
ella se pierde. Cuando
se pone a preparar la cena, olvida apagar el ordenador para después enviarme a que lo haga yo. Eso me ha
dado ánimos para seguirte día a día. Pienso ir a visitarte en The Clothes Reports donde sé que trabajas. Mañana,
cuando salgas, estaré apostado en una columna de los soportales para observarte. El pasado fin de semana aprecié, por tus correos, que te interesan mis
aficiones, o más bien lo que escribo en
internet. No quiero que mis sencillas opiniones, intrascendentes, te ocupen
mucho tiempo, pero sí el suficiente como para que sepas mi parecer sobre la
moda del año que viene y sus complementos.
Esta mañana he pensado en ti, porque eres una chica muy preparada y divertida, de trato afable en tus
relaciones. Esto último lo deduzco cuando te veo hablar con los clientes, cómo les miras y cómo se mueve todo en derredor tuyo. Estos te miran encantados cuando les asesoras y cuando ondeas al aire cualquier prenda con esa gracia y desenvoltura. Al marcharse, demuestran
satisfacción plena por la compra.
Quiero
conectar mi realidad contigo, anticipando cómo sería nuestra vida juntos. Dentro de
un rato saldré a ver las rebajas de temporada que expones en el escaparate y trataré
de que tú me vendas algo que, seguro, me sentará bien, aunque no me guste. Eso
lo haré para que comencemos a tratarnos y para que te fijes en mí directamente,
que seas consciente de que existo y que veas que no vivo en una retraída soledad .
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