Cristóbal Encinas Sánchez
Pendes de su
cabeza lacio,
suave, de
terciopelo,
dejas
peinarte despacio,
¡tú, largo,
fino y negro!
El brillo
que mantienes
alardea a
esos ojos
que por
vecinos tienes.
Entre los
dos resaltáis
en su cara
el esplendor.
¡Quién no
pudiera estar
en ese
puesto de honor,
en tu
elevado lugar!,
y acariciar
con ternura
sus ojos, su
boca,...su faz.
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