Cristóbal
Encinas Sánchez
Asoman por la ventana
los dos ojos negros
de un niño pequeño.
Su faz es alegre,
acaracolado el pelo,
y se muestra
sonriente.
Panderetas y palmas hierven
con sus canciones
a las orillas del río
todas las tardes.
Y por las mañanas,
con el pregón de los gallos,
ya se está levantando
para ver las flores,
correr por las laderas
de los lejanos cantos
y de los sembrados.
Está hecho de nervio,
y al pasar por mi casa,
por si estamos dentro,
sube la persiana.
Entonces ojea,
nos saluda y se
planta
haciendo una pose
mostrando su casta,
diciendo unos versos flamencos
que hablan de España,
y después sale corriendo para perderse en la plaza.
Asoman por la ventana
unos ojillos negros
de un niño pequeño, que son una gracia.
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