Cristóbal
Encinas Sánchez
Abajo, se oye un silbido lejano, especial, que todo el mundo
conocemos. Si te asomas a la ventana lo
puedes comprobar, y nunca falla.
La gran rueda que lleva un hombre moreno, vestido con un mandil de cuero negro cargado de hollín y chamuscado, la acelera a golpe
de pedal, con parsimonia, sin prisa. A la gente que acude en corro le ensimisma
verlo, cómo dota de un filo cortante a los cuchillos y otros útiles de cortar que
le llevan.
Dicen que ese hombre a la vez que afila se lleva otras
cosas. Hasta siete le han contado a alguno: son siete las vidas que a veces
siega. No es razonable ponerle oídos a los bulos que corren por ahí
y que están cargados de amenazantes supersticiones. Pero ten cuidado de que el
afilador no se pase por tu puerta.
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