CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ
Todos contemplaban asombrados, desde la lejanía, cómo aquel soldado
acompañaba a los buitres mientras desgarraban los trozos de carne que les había
arrojado desde las almenas. Montaban el jolgorio concertado como un ritual apasionante. Nunca le atacaron porque conocían perfectamente a su bienhechor. Desde
su infancia, durante los fines de semana, él ayudaba a su padre en su
alimentación. En aquella época eran ya una especie protegida.
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