Cristóbal Encinas Sánchez
Hay un
huerto dulce y maquillado
producto de
la ansiada primavera,
envuelto en un
perfume que me embriaga,
cuando
asomaste tú por la vereda,
cargada de
flores, una en la cabeza,
haciéndote acompañar de cantos atrayentes
que a tu garganta
afloran elocuentes.
Yo, mientras, en la copa de un árbol
observándote,
presumiendo
de que no me vieras.
Tú, concentrada,
con la Naturaleza conversando.
Entonces osé
hablarte y así, candorosa, respondiste:
"Ahí
estás, pues te esperaba;
llevo días en que sostengo tu mirada fresca,
llevo días en que sostengo tu mirada fresca,
insinuante y atrevida que me dice:
¡Vámonos ya, amor, a la floresta!".
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