http://ferliteraria.blogspot.com.es/

Translate

miércoles, 6 de junio de 2018

UN COMENTARIO APRESURADO


Cristóbal Encinas Sánchez 

    Fui a pedir cita al traumatólogo. La sala de espera rebosaba, había cola hasta para salir. El verano hacía sus estragos, por lo que la puerta la dejé entreabierta. Me quedé próximo a ella para estar fresquito y aligerar el tránsito. Tras unos minutos, un paciente resopló:
–“Se va a escapar el gato”.
Comprendí al instante que lo decía por mí y me di por aludido.
–No he cerrado la puerta para tenerla expedita y los ya visitados saldrán más deprisa–. Eso es lo que alegué al imprevisible contertulio, pero no lo aprobó. Le dolía la espalda y con el encañonado biruji más. Cerré sin dilación. –Solo vengo a pedir cita y me voy rápido– le dije, para su tranquilidad. –El calor seco va bien para el dolor. Nosotros compramos una manta eléctrica que ha funcionado bien hasta hace unos días. Su termostato está fabricado en Cataluña. Lo repararé–. Fue mi expresión para salir del paso.
–Yo también tengo una, de marca alemana –respondió amablemente. –Es del tamaño de esta radiografía– y me la mostró. Su mujer, que estaba sentada junto a él, argumentó sin demora:
–Cuando en casa se avería algún aparato, mi marido lo compra nuevo sin pensárselo dos veces. Porque si cuesta arreglarlo veinte euros y nuevo vale cuarenta, no merece correr riesgos y perder el tiempo.
Yo le dije que sí lo merecía. Y secundé:
–En una ocasión, en Barcelona, se estropeó el cierre de la puerta de la lavadora. Lo sustituí fácilmente por otro y siguió funcionando bien durante varios años. Me costó barato entonces: doscientas pesetas –dije con plena satisfacción.
–Fue por eso de la pela, ¿no? – me interpeló él.
–¡Hombre, claro! –deslicé mi dedo índice sobre el pulgar, haciendo un gesto que sugiere dinero.
En ese momento la enfermera me llamó para concertar la cita. Cuando ya me iba, esta le dijo a mi interlocutor que el médico le esperaba. Pero antes de entrar a su consulta se volvió hacia mí, con un gesto imprevisible, y me preguntó:
–¿Nació usted en Cataluña?
Todos los asistentes se volvieron hacia mí un poco extrañados.
–¡No! ¿Se me nota? Yo soy de Badajoz.
–¡Ah! Es que usted ha estado hablándome de Cataluña y ya estaba harto. He roto radicalmente con ellos, no los trago.
–Bueno, hombre, tampoco es para tanto –susurré.
–¡No quiero seguir la conversación! Por cierto, el champán de Badajoz está buenísimo y es barato. A 1.80 euros la botella.
–Muy bueno, sí–. Le reconocí, alejándome de la puerta.
Pensé que algo desagradable le ocurrió en esta región y por eso manifestó sus sentimientos sin ningún reparo.
–¡Adiós¡ Y que se mejore usted! –le dije.
Acto seguido salí, y esta vez dejé la puerta bien “tancada”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario