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lunes, 25 de enero de 2021

UNA ROSA


Cristóbal Encinas Sánchez

                A las afueras del barrio de Los Cinco Almendros había un muro paralelo a la cuneta de la carretera donde pintaban los jóvenes sus corazones atravesados por unas largas flechas. Los nombres de ellos estaban en clave de instrumentos musicales; los de ellas, de flores: azucena margarita, hortensia... Como algunos no tenían muchas expectativas de que se echaran por novia a alguna de aquellas señoritas, solían poner debajo de los nombres una fecha imposible, como el 2512 o el 1349 a.C.

Llegó la Fiesta de Santiago y por la noche había una verbena en el barrio. Asistieron chicas del pueblo en cuantía de quince o veinte.

Uno de los jóvenes, muy enamoradizo y ágil en su conquista, le daba sonoros besos a su amada muy repetidamente y con una mínima duración. La chica que era un poco tímida, en principio, los aceptaba pero sin ser vista. Cuando pasaron unos minutos fue teniendo más confianza en él, y su forma de besar ya no la escandalizaba.

Durante el descanso de la orquesta, se fueron "el Flauta" y "la Rosa" detrás de unos jardines próximos en un pequeño parque. No había mucha iluminación, al ser las farolas escasas y todavía no había salido la luna. Ya distanciados un poco, él no se lo esperaba cuando ella se abalanzó de forma que lo sentó en un banco de madera próximo. Le sujetó la cabeza entre sus manos y se la acercó de súbito a su boca. El primer beso fue largo, voraz e inolvidable. "Te quiero, Rosa", decía él cuando pasado un minuto lo dejaba respirar. Y ella volvía a secundar con otro beso aún más pasional y prolongado. Los demás jóvenes, con su cachondeo característico, de uno en uno iban pasando, vigilantes, cerca de donde estaban los enamorados, y se dejaban caer con un "que te asfixia", o "te vas a poner morao".

Retomó la orquesta su actividad. Todas las parejas se aproximaron para bailar un dulce vals. A los enamorados no se les vio más el resto de la velada, y algunos se miraban suspicaces, haciéndose musarañas.

A otro día, en el muro había una inscripción debajo de dos corazones ensartados que decía:"              

A cien metros de aquí, por pocas si se produce la defunción del Flauta, por falta de aire".

Y en el lugar quedó prendido un perfume a rosas recién cortadas.

sábado, 23 de enero de 2021

NOTICIAS FRESCAS

 


CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ

Los días de un sofocante calor de final de primavera y unas noches inacabables de insomnio, me llevaban hacia la desesperación. Había cogido unas cortas vacaciones y no sabía adónde ir. Mis amigos me propusieron salir a las islas Canarias. Uno de ellos me envió el día anterior un e-mail diciéndome que me fuera directamente a Lanzarote. Ya no me daba tiempo a buscar un billete de avión que no costara caro, dada la época. Así que me dediqué a rebuscar en los e-mail antiguos, y sobre todo los de viajes que me mandaron varias agencias, por si alguna vez me decidiera por algunos de ellos.

Después del almuerzo, encontré el e-mail más antiguo. Ya estaba un poco adormilado cuando me tropecé con otro que me despabiló. Este hablaba de mis hijos, de su custodia y de lo que tenía que aportarle, económicamente, a mi ex-esposa. Lo releí y volví a considerar que su cuantía era excesiva.

Como no tenía mucho que hacer, seguí amodorrado hasta que me dormí. De repente, al oír el sonoro timbre de mi teléfono, volví a la realidad. Descolgué el auricular y escuché la voz decidida, cromática y agradable de mi abogado que me decía lo que estaba esperando desde hacía tiempo: "Noticias frescas. Tu ex-mujer se ha casado".

Ipso facto, no lo dudé ni dos segundos. Llamé a la operadora del aeropuerto: "Por favor, un billete en primera línea para Lanzarote. A ser posible, que sea para hoy".

Por una vez, ni reparé en el precio del billete.          

AQUELLA TARDE

 


CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ

 

Una gota de marfil cayó en el suelo,

una gota cuajada de nostalgia

se perdió sola.

Una lágrima era

puro y transparente cristal

como lluvia fresca en tierra árida,

al resbalar por tu mejilla

y después morir.

 

Como lluvia fresca en tierra árida,

como palabra yerta quedó

cuando dejó la vida de tu cara.

Unos cálidos ojos

inmóviles y apacibles:

como la inmensidad de mi pena,

su mirada.

Ellos, en una tarde quebrada,

la arrojaron;

y con las mías se juntaron

y se fundieron.

Una soñolienta soledad me embarga.

 

Recuerdo una tarde alejada,

unos ojos empañados,

una primavera deshojada,

un viento gris y apagado;

unas nubes negruzcas

como mi pena.

 

Recuerdo una cara suave y tierna,

un terciopelo dorado

y un pañuelo;

una pequeña voz,

en tono de caverna,

me hablaba susurrante.

 

Recuerdo una cara,

unos ojos, un pañuelo

y una lágrima en el suelo.

 

Una lágrima cayó

y detrás otras mías brotaron;

una gota de marfil,

cargada de ansiedad,

que no se perdió sola.