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miércoles, 25 de diciembre de 2019

EN LA ADORADA PRADERA


CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ

En la adorada pradera se asoma la penumbra brumosa
que embarga a la callada tarde, solemne,
y nos anda buscando, ¡siempre nos ronda!
Tengo que hacer un alto en el camino.
Me pierdo en la arboleda, con el río al fondo,
buscando en los recovecos de pedregosos bancos
donde estuvimos sentados aquel día.
Aguardan allí mis esperanzas
y mis viejos recuerdos en la barca,
y un caballo que corre hasta una nube y salta.
Con la luz de las marcadas puestas de sol
que iluminan mis tardes,
solazado a la espiga de tu talle,
nos íbamos arrullando en la espesura.
Pero ahora estoy solo, ando perdido en esa niebla
que se sujeta al río hasta llegar el alba,
sin encontrarme a nadie para hablarle,
asomándome  entre los troncos
como una presa que está desprotegida.
Miro al cielo, no es posible alcanzar
los deseos allí nacidos.
Todo se oscurece y nadie me ve.
Sueño abrazar tu profundo aliento,
el remanso cálido que eres
que me hace elevar en la angostura.
Corro entonces como caballo desbocado
y como un ciento de ellos expreso mis delirios,
rompo en lloros con el silencio de mi alma.
Impertérrito yago en el olvido
como en tantas noches pasadas
en que monstruosos sueños me han seguido.
Busco en la ladera verde una pista
del prominente montículo, señal propia de su estado.
¿Será ella más que tierra y solo tierra sus entrañas?
La busco, y al no hallarla me pierdo corriendo como loco.
Se acerca la noche y el río se abre ante mí.
Ni un resquicio de luz se queda a acompañarme.
El reflejo de mi ilusión desaparece.
Vuelvo a mirar el río, ya no debo ser yo,
que me confundo entre sus murmullos.
Pero todavía conservo las flechas que apuntan al futuro,
que en mi corazón albergan más sorpresas
y que irán a buscarte y decirte mañana que te espero.
Aquí  me quedo mientras tanto,
poblándome de tierra tuya en la inmensa soledad de mi océano.

sábado, 14 de diciembre de 2019

OBRAS DE AMPLIACIÓN



CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ

                A las seis de la mañana, cuando todos dormían, se despertó pensando en las tareas que iba a realizar cuando amaneciera. Intranquilo, se levantó sin encender el candil, para no despertar a la familia, y se acercó a la ventana, ladeó la cortina y echó un vistazo por una rendija. Apareció la luna en lo más alto: estaba llena, radiante. Con tanta luz vería muy bien en el trabajo que iba a realizar.
Se dirigió al piso de arriba, donde están las cámaras. Allí tenía un montón de haces de esparto almacenados. Desató uno de ellos y extrajo cuatro mazos para majarlos, estimando que con ellos tendría de sobra.
Se salió al huerto en dirección a la piedra de machacar, un bloque de granito de unos ciento veinte kilos de peso, con sus bordes redondeados por el uso y de dimensiones justas, por lo que tenía que agacharse. Necesitaba hacer dos sogas para realizar el acopio de materiales durante la construcción de un nuevo dormitorio y un aseo. Se les quedaban pequeñas las estancias, pues pronto nacería su sexto hijo.

Con esta idea fija, se puso a la tarea. Con su natural entusiasmo y la insistencia de los fuertes golpes que daba, trascendía el ruido al interior de la casa: vibraban los entresuelos, los escasos cuadros y los cristales de las ventanas. Y así, poco a poco, se fueron despertando casi todos los durmientes.
Cuando el hombre tenía preocupaciones, dormía poco, y saltaba de la cama sin remilgos. No se andaba con pamplinas, incluso ni caía en la posibilidad de que pudiera molestar. Había que trabajar duro y nadie replicaría.
Su mujer y sus hijos ya estaban acostumbrados a lo que se le ocurriera hacer, y dos de los mayores se levantaron prestos para ayudarle. Y él se ponía muy contento al ver que le apoyaban.
Por la noche, en el bar, solía jactarse de que sus hijos respondiesen solícitos cuando a él le hacían falta. Eran un orgullo y estaba seguro de que hacían lo correcto y necesario.
Es que entonces eran otros tiempos.

miércoles, 11 de diciembre de 2019

MI MEJOR DESTINO



CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ

Mira al cielo y olvídate,
es una noche de expectativas amplias
y las estrellas lo cubren todo,
incluso cualquier problema que te sangre.
Se oye la canción "A summer place"
pero ya nadie sabe bailarla como antes.
El tiempo ha transcurrido tomando decisiones,
y yo, en la indecisión diaria, me debato;
aunque ya sé a lo que supieron tus besos,
¿puedes darme otro, por si acaso?
No sé, pero nos vamos alejando
sin pensar en justificar los días pasados,
impregnados de amor, celestes, sosegados,
irresponsables, como nosotros.
Ahora vuelves a tener los ojos agradables
como cuando bailábamos en el espacio que ocupa una baldosa,
seducidos por las canciones que nos permitían,
acurrucados, abrazarnos benditos e imperturbables.
Pero tras esa mirada yacen cuitas,
horrores y honor ya mancillado,
que desgarran tu interior con la ruina.
Son las congojas en etapas oscuras
que dejaron secuelas, minando tu futuro.
Si me dieras un beso, el tiempo se desgajaría
y dejaría entrever soñadas ilusiones
que aún se mantienen agarradas a tu corazón
y a tus heridas.
Te daré de besos en la frente...
de besos en tu pelo recogido,
para que, besándote, suspires
y hablándote, recuerdes, gratamente
que fuiste, por ti misma,
mi mejor y último destino.

lunes, 9 de diciembre de 2019

HE OÍDO COSAS

(CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ)

He oído cosas
como que te marchas.
Y no puedo permitir que te diluyas
después de tanto tiempo transcurrida en mí,
que te inmiscuyes como música
en vívidos tránsitos de mi vida:
mi cabeza no descansa.
Salirte al paso y echarte el lazo
para que no escapes,
es lo que pretendo,
sin forzarte.
Me subiré al árbol guarnecido
para que no me veas
en ese bosque de los ojos tuertos
y de los silencios simulados
de las bocas aturdidas e insalubres
que manan puros rejalgares.
Te hablaré con palabras de arrullo,
de suave aleteo,
y sorprenderte para que callada quedes
y confiada vengas a mis brazos,
como antes,
sin que le des oído
a las cosas displicentes
que la gente diga.
Si no pudiera retenerte,
daría mi condición de ser sincero,
con la agravante pena en mi corazón
de ser un ente nunca más completo.

miércoles, 4 de diciembre de 2019

ARRULLO


CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ


Alud y arrullo, como un canto al día,

confinado en tu recinto amoroso,

resististe a salir tan presuroso

de tu morada en meses de vigilia.



Reunidos en los últimos momentos,

tus abuelos, tus padres y tus tíos

te esperamos con gusto y optimismo,

llevamos aguardando tanto tiempo.



Fuiste sorpresa, nos diste el aliento

hasta el último esfuerzo de tu madre,

que dilató tu mundo y así viniste

en un feliz y ansiado advenimiento

ante la fiel presencia de tu padre.

La luz sonó y quiero ahora decirte

que las horas crecieron para amarte.