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miércoles, 30 de abril de 2014

EL GUARDIÁN DEL SEDIMENTO

      EL GUARDIÁN DEL SEDIMENTO                                        
Cristóbal Encinas Sánchez


        Están pensativas, deseosas, las obras expuestas temporalmente en el Museo de Jaén. Saben ellas que les quedan pocas horas de ser contempladas, ambicionadas para ser desposeídas de sus enclaves y espacios.  
Solo uno de los artistas, a la última hora, les da una ronda de despedida. Algunas de las pinturas, fotografías, esculturas o  expresiones más cultas y elocuentes pasarán a una estancia de más vida. Otras, sin embargo, tendrán un período de inactividad en la que permanecerán dispuestas a enseñar sus virtudes y proclamar sus insinuantes propuestas y los motivos por los cuales fueron creadas.                                                                                                        
Las obras que tanto han significado en esta exposición, serán retiradas hoy, para dar paso a otras que renovarán los temas de siempre: descripciones de paisajes, actitudes y personajes, en definitiva los sedimentos que nos va dejando la vida y que, gracias a ellos, prosperamos.                                                                                                 El último artista, que vigila, pondrá fin a este generoso acontecimiento, al escribir una nota en el libro de registro de invitados que se prestan a dar su opinión sobre las sensaciones allí recibidas: ¡Que la próxima temporada se vuelvan a abrir tus puertas para ser visitado, cuando te vistan otra vez de esos magníficos estandartes cargados de sueños, para ser trasegados a todos tus visitantes!

martes, 29 de abril de 2014

UN DÍA SIN HABLAR

                                       UN DÍA SIN HABLAR                               Cristóbal Encinas Sánchez

    A primera hora de la mañana, cuando un empleado entró a su puesto de trabajo, le dijo el encargado: “Hemos discutido esto muchas veces y hoy hemos adoptado el tener un día sin palabras. Todos los demás están de acuerdo y espero que tú también. Si fuera urgente o necesario, no dudes en hablar, pero siempre piénsatelo y si el tema tiene consistencia”. Trataban de comprobar si el día sería altamente aprovechado y rentable para la empresa, con toda garantía de hacerlo con los requisitos y exigencias establecidas en  reglamento.    Veía, el recién llegado, cómo sus compañeros se dedicaban a su tarea. Esto sería el principio, para ir atando ciertos cabos y tomar ciertas actitudes.                                                                                                                     Se quedó sorprendido el operario que, a la media hora, se hacía un montón de preguntas, introspectivas, claro. Alguien le volvió a recordar la obligación de hablar en caso de necesidad, pero nadie le puso oído a la advertencia. Intentó llamar por teléfono para confirmar unos permisos concedidos verbalmente, pero después de tantos días, podía esperar a mañana.                                                                                                 Nunca le había preguntado a su compañera -le vino esa idea de pronto- si hubo algún tiempo en que lo quiso con frenesí o si lo había deseado alguna vez. Una mirada deseosa le intentó lanzar ahora, pero ella no le daría respuesta, porque no le comprendería. Era una tontería, pero hoy, eso quería saberlo. "Mañana, mis deseos de preguntarle se harán más fuertes, después de estar pensando todo el día en ello", se respondía a sí mismo. Así se relamía los labios, intentando propiciar una frase necesaria y justa, consecuente con la premisa del día. Pero temeroso a que las palabras no fuesen tan apropiadas y convincentes  se mordía la lengua, para que no se les escapasen.                                                                                                   Expresiones de condolencia para con un amigo -que su padre había fallecido, y que en su momento no supo preguntar adecuadamente en el proceso de su terrible enfermedad- le dieron vueltas y vueltas en la cabeza. Y eso le amargaba ahora y le producía tan incontenible dolor que un compañero hizo un ademán de preguntarle, pero él le sonrió, dándole a entender que no le pasaba nada, solo que se había emocionado un poco. ¡Cuántas palabras había dejado de decir a su mejor amigo!, al transcurrir dos años, sin hablarse casi, ni por teléfono, salvo alguna vez por Navidad y ante un evento de manifiesto existencial, vamos, irse de fiesta. Tantas actividades realizadas juntos y sin haber discutido nunca, qué bien lo habían pasado. Las palabras siempre habían aflorado con naturalidad y alegría entre ellos. Ahora sí las echaba en falta y  tenía necesidad de decírselas a alguien. Pero eso no era para este día. Pensó que, en adelante, hablaría con menos fruición y facundia. La gente iba solo a lo suyo y no merecía la pena pararse con muchos de ellos, ni perder tres segundos de su tiempo. Sin embargo aprendió que a otros debería de haberles prestado más oído, incluso preguntarles para que se explayaran con su sabiduría.
Al final de la jornada, hubo algunos que al irse no dijeron ni adiós. “¡No merecemos ni un adiós!”, llegaron otros a comentar. Ahora, las miradas empezaron a ser inquisitorias. Y fue un día triste. Algunos se fueron hasta con dolor de cabeza, de las preguntas que pudieron hacerse . ¡Adiós! Pues, adiós.                                                                        

viernes, 4 de abril de 2014

ANÓNIMO INTRANSIGENTE


ANÓNIMO INTRANSIGENTE                                      Cristóbal Encinas Sánchez       

Y ella dijo: “Todos los hombres sois iguales”.  Pero todos los que allí   estaban  se dieron por aludidos. Ella continuó diciendo: “Y en el caso de que no lo seáis, mucho peor para vosotros”. Y  entonces se quedaron extrañados.

Ahora estoy muy cerca de ti. No quiero asustarte, pero estoy enamorada. Es una invitación que te hago para que me des una parte muy personal tuya porque eres un hombre generoso, atractivo, razonable y con mucho dinero.

Quiero que sepas que solo quiero hijos tuyos, de nadie más, en número de diez. Mis ideas son que nuestros hijos hagan grandes proyectos en el futuro. Y salven este mundo que se nos queda pequeño. Stephen Hawking me ha dado hoy la pista. Mi gran deseo es que ellos abran nuevos caminos y vayan a Marte dentro de cuarenta años                                                                                                                                                                                                   Estoy dispuesta a dialogar contigo si accedes a mi singular propuesta. No digas nada de esto a nadie, pero tú serás el primero que tenga una estirpe que descubrirá nuevos mundos y así contribuir a la propuesta más encomiable de la ciencia: salvarnos de este planeta ya caduco.

Para comunicarte conmigo, lo harás subiendo la persiana de tu dormitorio, la que da al huerto, para que yo la vea. Si estás conforme, tendrás que dejarla subida todo el día, a partir de mañana jueves. Si no estuvieras de acuerdo, da lo mismo, la subes también, porque el sábado por la noche entraré por la puerta de atrás.                                                                                                                      Esta es una idea que me rondaba desde que estábamos en la escuela - tendrás buena memoria y lo recordarás- pero no me atrevía a exponértela, porque necesitaba una razón de altura. Y esa nos la ha dado ahora Stephen.                                                                                                                    Te juro, amor mío, que no te dejaré, porque quiero hacerme vieja a tu lado, sabiendo que nos esperan otros mundos. Para tu regocijo, piensa en que me doblas la edad: me llevas más de veinte años. Mira en tus listas.
                                                                                                                                  Y alégrate, porque además, para meternos en harina, en este fin de semana  vamos a hacerle ese reconocimiento exhaustivo al universo más cercano.

                                                       Tuya: La anónima chica del cosmos