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jueves, 5 de noviembre de 2020

AROMADAS AGUAS


Cristóbal Encinas Sánchez

En jarrones labrados y esbeltos,

las aromadas aguas que traéis

para limpieza de mi desvalido cuerpo

-escultura impropia de ornamento-,

dejadlas, no me las echéis.

Dejad a la esperada lluvia que haga ese trabajo,

que me implante todos sus reflejos,

y con una toalla de algodón o de hilo viejo

se libere mi mal y se ahogue mi sorpresa.

Y escapen de mi boca palabras complacientes.

Que si tú fueras aún más arisca,

como a un cofre dorado me aplicaras 

con fuerza chorros de jabón y un estropajo,

le sacaras de mi piel su antiguo brillo.

Y así pudiera juntarme con la brisa,

limpio de prejuicios, que soy viejo,

lleno de deseos y de prisas

para esperar sentado en la decencia

un nuevo estado de confinamiento.


miércoles, 4 de noviembre de 2020

VIVO DE HISTORIAS


Cristóbal Encinas Sánchez

 

Vivo de historias que me confortan

al leerlas en mis libros inéditos.

Vivo de las historias que recuerdo

y que hago vivir para que los años pasen.

Y ya pasaron, y no tienen sentido los ensueños,

los vítores y los reconocimientos.

Ahora quedamos tú y yo y otros encuentros,

no en mi propia vida sino en las historias.

Descargadas de su urgente necesidad,

yo las disfruto al por menor:

sin ánimo, sin lucha y sin futuro.

No atento contra nada,

disiento mucho de los acontecimientos

que aparentan ser ciertos.

Vivo unas historias, aun a sabiendas,

que pudieron ser realidad,

y pruebo sus posibilidades en estos tiempos

de elucubraciones infértiles.

No tengo claro que pudiera vivirlas,

aquellas realidades que en su día no fueron vividas,

las que nada dicen a nadie y se perdieron,

que pudieron ser creíbles, o mejor dicho, amadas,

y solo son ya un cúmulo de fantasías muertas.

Orgullo de una vida, soberbia de la nada,

la vejez cambia las historias

y lo hace para que también tú seas nada.

Los hoyos de tu cara se cruzan con las estrías 

trasvasadas de los duelos y los sufrimientos

en las noches desesperanzadas y de caos,

de derrumbes y hundimientos,

en la profundas simas del olvido.

La realidad normalizada ahora muestra

nuestra historia recién pasada y envidiada.

Pero aún nos quedan los auspicios buenos

y unos brotes de esperanza con historias dignas

que podrán de nuevo ser contadas.