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jueves, 28 de abril de 2016

11 HAIKUS DE PRIMAVERA


CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ
         I
Que no se pare
y con el viento vuele
tu sentimiento.
         
         II
Tras de besarte,
los besos están prestos
para adorarte.

         III
Bajando el valle,
pudo salir un beso
sin verlo nadie.

         IV
Tus grandes frutos
tienen mejor el gusto
que los del campo.

         V
Tu escaso pecho
tiene la mejor copa
que hecho de ensueño.
        
          VI
Mejor modelo
no vi en un alfarero
formar un pecho.

         VII
No vi unos pechos
ni mejor alineados
ni mejor hechos.

         VIII
Como un espino
tiene mi niña el talle
verde y florido.

         IX
Saldrán en mayo
los jóvenes pimpollos
apasionados.

         X
Feliz pimpollo;
él nació para mayo,
tú, para abril.
        
        XI
Abril y mayo,
yo nunca vi otros meses
tan bien casados.
                                      FOTO DE MI AMIGO PEDRO OTAOLA

lunes, 25 de abril de 2016

LA BATALLA ABIERTA


Cristóbal Encinas Sánchez

(DEDICADO A LOS QUE SUFREN)

Llevo el puño en alto
y, en la batalla abierta,
con coraje me planto;
y a los días terribles
me los como a pedazos.
Surgen días hostiles,
pero yo no me canso,
que los meto en mi puño
y después los deshago:
atrapo el sufrimiento
como a cruel adversario.

Animo con fuerza
a la pronta sonrisa
del labio valiente
que puede esperar
y aguanta sereno,
firme, su llorar.

Cariño y calor
me ofrecen con flores,
me hacen los favores,
me ayudan sin par.
Son los corazones
los que se desviven
y tienen la vela
encendida por mí.
Convierto mi lucha
en trazos de suerte,
convenzo a la muerte
diciéndole: no.

Espero sacar
las fuerzas que tantos
me supisteis dar
en el día a día
de mi enfermedad.

UN DELITO IMAGINARIO

C ristóbal Encinas Sánchez     

El señor alcalde era muy devoto, predicaba las buenas acciones y la reconciliación fraternal. Solía ir al campo a diario para hablar con los braceros, contándoles historias para que pasaran mucho mejor su jornada, que era las más de las veces trabajosa y siempre muy cansada.                                   
Cada día desde su ventana, cuando alguien pasaba por la puerta del ayuntamiento, se fijaba y apreciaba la aceptación que tenía la bandera enclavada en el balcón. Este detalle lo tenía muy en cuenta, y si le hacían el saludo, o se cuadraban delante de ella un instante, mucho mejor para todos.     Con el paso del tiempo comprobó que uno de los transeúntes nunca miraba al emblema ni se paraba a hacer, por lo menos, el paripé, cosa que le disgustaba profundamente. Por ello, al señor alcalde se le ocurrió llamar al que mostraba tan rebelde talante cuando lo vio pasar a través de la ventana de su despacho, para que entrara a verlo con premura. A pesar de su asombro, el que fuera llamado supo reaccionar al momento y entró donde se le requería. El alcalde le dijo que si podía hacerle el favor de llevarle una carta urgente al comandante del puesto de la Guardia Civil, para una acción inminente. Ante este panorama, el hombre se prestó a hacer este servicio sin ningún impedimento ni retraso ante la imperiosa necesidad, y guardó la carta en el bolsillo interior de su chaqueta y lo abotonó, no fuera a perderla.                
Transcurrió una hora y media hasta llegar al cuartel, presentándose con la carta en la mano ante el soldado que estaba de guardia. Preguntó por el comandante y si podría entregársela personalmente ya que se la enviaba una autoridad del pueblo. El del puesto le instó a sentarse tranquilamente, pues el oficial estaba ocupado. Le avisaría y, cuando llegara, él mismo podría entregarle aquel documento tan importante.               
Al cabo de un buen rato se abrió la puerta de la pequeña oficina y el comandante entró dando los buenos días. Él se levantó rápidamente de la silla y le respondió con cortesía, a la vez que le confiaba la singular carta, sin haber osado siquiera mirar su contenido.  Con un gesto recatado, el oficial la tomó, y la leyó soltando un prolongado suspiro: "Haga usted el favor de meter a la persona portadora de esta carta, por un período de tres días, en la prevención por haberle negado reiteradamente el saludo a nuestra bandera".                    
Tras unos segundos de perpleja espera, el comandante, cogiendo al mensajero por el hombro, lo acompañó hasta la puerta exterior del recinto. Y no solo no mandó ejecutar la inusitada orden sino que le advirtió de que no debía de ser tan cándido y no portar, en adelante, documentos de nadie que le inculparan de un ilusorio delito imaginario. 

       FOTO TOMADA DEL ÁLBUM DE MI AMIGO NICOLÁS RODRÍGUEZ. 
       TORRE Y CAPILLA DE LA UNIVERSIDAD LABORAL DE CÓRDOBA

domingo, 24 de abril de 2016

EL PÉTALO OLVIDADO


CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ

        Cogió un libro de la estantería y empezó a leerlo. Era de su época de juventud y presentaba un aspecto ajado y polvoriento. Había permanecido amontonado en el trastero debajo de otros libros sometidos a trasiegos inesperados. Dos hojas aparecieron pegadas; sus letras estaban adheridas y decoloradas. Tuvo el presentimiento de saber por qué estaban así. Percibió un leve perfume que le traía recuerdos ya olvidados. Las hojas del libro se habían pegado bien, y se habían mantenido así porque nadie lo había leído después de él. Con sumo cuidado intentó separar las dos hojas con su larga uña, utilizándola a modo de abrecartas.
Un tenue perfume se desprendió del papel y escaló en el espacio hasta su anhelante nariz que lo olfateó. El disecado pétalo rojo, ya ennegrecido, como reliquia de una amistad, recobró en su mente el color original y el tacto aterciopelado que tuviera en una tarde primaveral. Recordaba la mejor rosa entre cientos que enseñoreaban el jardín y que tantas veces frecuentó; para su amada escogió el mejor pétalo, lo olió y se lo envió en una carta.
Su pensamiento le transportó al jardín de su barrio, donde conoció a la niña más guapa con las trenzas negras más largas que nunca vio. Le llegaban hasta la cintura y a él le gustaba hacer comparaciones con las de otras chicas en la plaza cuando salían al recreo.
Entonces una luz resplandeció en los ojos diminutos de aquel hombre ya casi apagado; una sonrisa brotó de sus labios secos, que parecieron saborear un exquisito manjar adornado de las mejores guirnaldas.

Era el sabor que dejaba el poso de los años vividos y ahora caía en la cuenta, era como una semblanza: aquella chica era la que tenía sentada frente al hogar de su casa. Aquella mujer era la que lo había enamorado y con la que había convivido durante los últimos sesenta años.                
                                               FLOR CEDIDA POR UNA AMIGA

A RELÁMPAGO NO LE GUSTAN LAS FIESTAS


Cristóbal Encinas Sánchez

      Relámpago es un perro bueno, agradecido y muy inteligente. Es un podenco andaluz canelo con dos lunares blancos en la cabeza. Sus ojos verdes, inquisitivos, le dan un aspecto de entereza y resolución capaz de todo, aunque solo es en apariencia.
La primera vez que lo vi estaba desmejorado y abandonado por su madre. Fue en la puerta de la escuela, al acabar las clases, cuando los niños más pequeños nos hicimos cargo de su manutención. A la hora del recreo nos esperaba y le echábamos trozos de nuestros bocadillos, algunas nueces con higos y carne de membrillo. Lo teníamos muy entretenido y siempre jugábamos con él camino a casa. Y en este ambiente de confianza y amistad se fue criando. 
Relámpago era un perro libre. Cuando tenía un año, en una tarde del mes de mayo, antes de las fiestas patronales, un hombre lo engatusó con golosinas para llevárselo a su casa y adiestrarlo para la caza. Le soltó varios conejos y gallinas en la cuadra para ver con qué arte los atrapaba. Lo azuzaba con insistencia, pero él, lejos de perseguirlos e hincarles el diente, saltaba alegre y con mucho tacto se revolcaba con ellos, mostrándoles su noble carácter. Nunca le hizo daño a otro animal y ahora menos, cosa que el nuevo amo no aceptó con agrado.

   –¡Será cuestión de insistir! Se le despertará la afición –pensó el cazador.

Así continuó hasta el día en que comenzaron las anheladas fiestas. Pero a Relámpago tampoco le gustaban los tumultos; los bullicios, cohetes y escopetas le ponían histérico. Su amo, como cada año, se había apuntado al tiro pichón para lucirse.
Llegó el segundo día y se fueron a un lugar distanciado del pueblo, próximo al monte, donde se produciría el evento. Con tantos disparos, el pobre perro estaba ya desquiciado y en tres ocasiones que tuvo de recoger los palomos heridos, no aprovechó ninguna y los dejó escapar entre las retamas. Sencillamente, no estaba por la  labor, pero ladraba lo suficiente como para disimular y salir del paso.  
El amo, desprestigiado, se mostró airado y se lanzó tras el inútil perro para cogerlo del collar y, de un empellón, lo subió al remolque de su vehículo. Relámpago se sintió ultrajado, despreciado e infeliz. Su corazón latía azogadamente y no comprendía la furibunda actitud del humano.                 
Cuando llegaron a la casa, fue arrestado y atado a una estaca en el hueco de la escalera del pajar y, abandonado otra vez, padecería lo indecible. Entonces recordó los tiempos de su infancia y  no le gustó nada. Así que no estaba dispuesto a seguir siendo un esclavo.
Y al amanecer del día siguiente puso en práctica su estrategia de fuga y se escapó.
                                   FOTO CEDIDA POR MI AMIGO PEDRO OTAOLA

domingo, 17 de abril de 2016

TERCERILLAS SOBRE TUS OJOS


Cristóbal Encinas Sánchez
   
Mis deseos confinados
lo están por tus ojitos,
que los tienes resguardados.

Con tu mirar, que es claro,
me encontré esta mañana:
todo el día fue un regalo.

Si me esquivas con tus ojos,
los caminos se  retuercen
y nos perdemos nosotros.

No me mires más, o mírame
sin pensar por qué me miras;
mírame así u olvídame.

                                                                                                                                       

miércoles, 13 de abril de 2016

BESO DE PAPEL

CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ
Beso un beso tuyo en un momento
y el monte se viene encima
de lo que siento.
Tus labios los busco,
sin descanso,
y no me arrepiento.
Tengo tus labios rojos en fino paño
que llevo en el bolsillo siempre guardados,
porque hace muchos años que no te he visto
y son muchas las noches
sin tu cariño.
Tú dices que te acuerdas de mi persona,
¡ay!, si vieras, niña, que no eres sola.
Dices que los días se te hacen largos,
a mí se me hacen negros,
tristes por años.
Beso un beso tuyo
y se me hace amargo
porque beso una tela
de viejo encanto.
Un beso me diste y lo llevo dentro,
muy dentro de mi alma y de mi recuerdo.
Lo cubrí con un manto dulce amapola,
olvidado en el tiempo que me arrincona.
Se volverá del color suave
de una caricia
si de tu boca parte con nueva brisa.
Y en mi boca resonaron palabras locas:
Ay, ¡beso de papel!,

si fueras boca. 

martes, 12 de abril de 2016

OLVIDO


Cristóbal Encinas Sánchez

Levanté la cabeza lentamente
y en sus ojos la tristeza poco a poco vi;
las lágrimas su tenue piel mojaban,
y mi alma afligida se encontraba,
entonces ¡qué solo me sentí!
    
Sin decir una palabra de alivio,
agaché la cabeza por no verla;
no quería que se diera cuenta
de que yo también lloraba.                                                                              
Deambulé sin saber adónde ir,
no sabía qué hacer,
y me quedé perdido.

Me fui por la acera de una calle oscura,
no podía hacer nada por su suerte.
La mía, a cada instante, me susurra
con una queja impertinente:
"¡No puedo ser buena sin su ayuda!,
no puedo ser buena sin su buena suerte".

Y yo no tengo ya fuerzas,
porque yago inerte
desde que dejé de mirarla fijo,
desde que la deseché, un día,

de mi regocijo.