CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ
Hoy es veintiséis
de abril.
Salió del
confinado mi niño,
no podía aguantar
más el aire estancado
de los rincones
del piso.
Como
resortes saltan sus extremidades
y sus músculos
se tensan
en los
caminos de tierra,
entre los necesitados
árboles
del parque que
los alberga.
Entre las fuentes
y los estanques,
las palomas,
que hacen su recorrido,
beben ausentes
el agua fresca.
Como en
otros días de sol,
unos niños se
acercan
y juegan intensamente
desentrenados;
los más
pequeños brotan a manojos
por calles colindantes.
A mi niño se
le ve la alegría en la cara,
después de
tantos días carecerla,
puede una hora
disfrutarla.
Pero no
puede abrazar a sus amigos,
ni a sus
abuelos ni a sus primos.
Mas hoy no
hay pena que valga,
porque se acercan
los días
en que se pudre
la cuarentena.
Los compañeros
de clase se saludan y pasan.
De sus manos
abundantes
parte una
sonrisa amplia,
a dos metros
de distancia.
Llevan esa
regla en el pensamiento.
Hoy, un
nuevo día, los ha sorprendido,
regalándoles
un gran espectáculo.
Solo una
hora queda
para seguir disfrutando,
una hora más
hasta las nueve,
y un kilómetro
de libertad
de por
medio.
La libertad, que sueña bella,
les estaba aguardando
agazapada.
¡Vámonos, niño!,
que la
alegría ha sido tuya,
y mañana te seguirá
esperando
con más de lo
mismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario