Cristóbal Encinas Sánchez
Se avecina con las fauces abiertas
la fiera insumisa de zarpas mortíferas,
infectando viejos cuerpos e indefensos
con necesidad de los días inmisericordes
que arrasarán sus bocas y sus besos.
Haces de gritos corren en la tarde
para reclamar derechos soslayados,
mientras miles de cornadas infernales
van abriendo sendas inauditas.
Arrancaron de Atocha a las cinco con la marcha
y se prolongaron por avenidas y plazas
exigiendo justicia,
para no dejar sola a quien padece.
Allí se leen brillantes manifiestos
contra la violencia de mujeres maltratadas.
Por días y años, sin tregua,
se mostraron las muertes.
De los nuevos nominados,
¿se sabe cuál será su número?
¿Quiénes serán los que ahora caigan?
Serán muchos más, los que viven en residencias,
será ahí donde más se cobre vidas el coronavirus,
en esas trampas ya estudiadas con impensables estrategias,
y pensar que eran para un merecido bienestar.
¡Qué torpeza!
Hay cientos de hecatombes que amenazan
a estos reductos perfectos
cubiertos de indecencia.
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