Cristóbal Encinas
Sánchez
Lo ocurrido el jueves día cuatro de febrero en el Congreso de los Diputados, después de aprobarse la Reforma Laboral, fue inaudito y nada recomendable en Democracia. El respeto al saber estar se ha perdido y la confianza también. No hay comprensión y tampoco voluntad de hacerlo. Las malas palabras intencionadas van minando la Democracia, que se torna en una mercadería al mejor postor. Como no venga un cambio radical -que será difícil-, las ideas no se podrán volver a encauzar hacia la consecución de un futuro más progresista o mejor. Palabras como pucherazo y tongo están sacadas de contexto, puesto que lo que ha ocurrido es una equivocación reiterada, y no hubo ninguna intervención expresa de nadie que las hiciera posibles.
Lo que ocurre, en general, en el congreso es una astracanada, o sea, hay comportamientos disparatados y ridículos. El hecho de estar algunos montados en el engaño, les da incapacidad de escucha y de raciocinio. Esto es lamentable porque da lugar a retrasos en la aplicación de las leyes después de estar elaborándolas muchos meses, o años, si contamos desde la última reforma laboral. Sería satisfactorio y congruente que se cumpliera la voluntad real del pueblo y, si es acorde, la voluntad del diputado. Pienso que, por primera vez, se han equivocado para bien.
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