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lunes, 26 de junio de 2023

UN CERDO OBEDIENTE

Cristóbal Encinas Sánchez

            Un amigo le preguntó a otro que tenía el raro oficio de porquero, que por qué siempre se jactaba de que sus cerdos le hicieran caso cuando les hablaba para que no se metieran en fincas ajenas. Le respondió que estaban sembradas de hortalizas y para que no las destrozasen, los nombraba. Simplemente lo hacía por satisfacción para que aprendieran. 

                Reacio el amigo a creerse estas bromas, que le parecían una exagerada tomadura de pelo, le propuso que se echaran una apuesta, allí donde pacían, y comprobarlo por él mismo. El porquero le respondió que no tenía inconveniente en demostrárselo, y el otro aceptó de buen grado.

Le preguntaría algo muy personal a uno de los cerdos y que este, seguramente, le contestaría. Y que la respuesta se la daría haciendo ligeros movimientos repetitivos de su extremidad trasera izquierda. Comenzó la prueba.

                El cuidador se acercó al cochino y, con voz susurrante, le preguntó:

                —¿Cuál es la pata del porquero?  

                El cerdo lo miró muy atento, como pensativo, pero no hizo ningún gesto especial con su extremidad, por lo menos de momento.

                —Te lo diré de otra manera – entonces le hizo un extraño ruido con la boca: "tlo, tlo, tlo"...,pero nada.

                Se acercó un poco más al cerdo, mostrándole la mano y haciéndole un gruñido que él conocía bien: "uhrrr, uhrrr... Acto seguido empezó a rascarle el lomo y al cerdo, inmóvil, parecía gustarle. Siguió rascándole por la barriga, sin prisa. Continuó de forma suave hasta que el marrano dio muestras de querer tumbarse. Se arrellanó y se tumbó, cómodamente, sobre su lado derecho. El hombre le rascaba sin pausa y el cerdo resoplaba, ostensiva y placenteramente. Este rascar continuo se alargaba en un ambiente de relajado que al animal le producía una ligera somnolencia; siguió pasando la mano por  la frente, la papada, el pecho, las nalgas.

                Con una voz pausada, el hombre se disponía a hacerle la misma pregunta otra vez, sin dejar de acariciarle en el pabellón de la oreja. Le habló a este como si lo hiciera a una persona ávida de recibir sus palabras. Y en ese instante se produjo el milagro: fue cuando le introdujo el dedo índice en el oído y lo sacudió varias veces, con ritmo, a la vez que le preguntó:

                —¿Cuál es la pata del porquero?

                Automáticamente, como un resorte, el animal levantó su pata izquierda y con un movimiento convulsivo la zarandeó varias veces queriéndole decir:

                —"Esta es la pata, esta es".

                Después de la demostración, descansó el cerdo llevando su pata sobre la otra en reposo, feliz. Con rotundidad, el porquero se dirigió a su amigo:

                —¿Te has dado cuenta, hombre, cómo responde a mi pregunta?

                Este se quedó un poco extrañado pero se reía a carcajadas cuando el porquero insistió otras dos veces más con la misma pregunta y el animal dio la consabida respuesta. ¡Increíble!


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