(Cristóbal Encinas Sánchez)
Del color del azahar una vez fuiste,
de encanto a tu belleza rodeaste;
y en un sabor a almíbar te tornaste
al llegar a mi boca y derretirte.
Bajo tu piel pecosa y sonrosada
encontré mi alimento preferido,
encendido de aroma, amor henchido,
tras invadir mi cuerpo a bocanadas.
Cuando un invierno te dé la sorpresa
y la madurez cumpla su camino,
allí estaré con tiernas arrulladas,
presidiendo tu barco con destreza:
tú, dándome el amor en desvarío,
yo, dándote mi amor a llamaradas.