(Cristóbal Encinas Sánchez)
El
aire azota los árboles mojados;
llueve,
y el campo está en soledad,
como
meditabundo.
¿Qué
les ha pasado a los pobres campesinos?
Trabajan
y trabajan sin descanso.
Los
árboles, que fueron cuidados
con
esmero muy cansino,
esta
tarde aparecen sin hojas,
sus
tallos en el suelo, desasidos.
El
frío intenso del otoño tardío
piensa
no dejar nada con vida;
las
heladas, las tormentas rudas
aumentan
la exasperante caída
de
los inmaduros frutos del olivo
cubriendo
de su color la tierra;
morado
color que representa
el
esfuerzo justiciero del trabajo
y
que hace mella en los primeros días
de un invierno temprano.
Sudor
frío costará recogerlos,
sudor
sano que fluirá por el cuerpo;
sudor
frío que traspasará el alma
por
el húmedo viento.
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