CRISTÓBAL
ENCINAS SÁNCHEZ
Una
gota de marfil cayó en el suelo,
una
gota cuajada de nostalgia
se
perdió sola.
Una
lágrima era
puro
y transparente cristal
como
lluvia fresca en tierra árida,
al
resbalar por tu mejilla
y
después morir.
Como
lluvia fresca en tierra árida,
como
palabra yerta quedó
cuando
dejó la vida de tu cara.
Unos
cálidos ojos
inmóviles
y apacibles:
como
la inmensidad de mi pena,
su
mirada.
Ellos,
en una tarde quebrada,
la
arrojaron;
y
con las mías se juntaron
y
se fundieron.
Una
soñolienta soledad me embarga.
Recuerdo
una tarde alejada,
unos
ojos empañados,
una
primavera deshojada,
un
viento gris y apagado;
unas
nubes negruzcas
como
mi pena.
Recuerdo
una cara suave y tierna,
un
terciopelo dorado
y
un pañuelo;
una
pequeña voz,
en
tono de caverna,
me
hablaba susurrante.
Recuerdo
una cara,
unos
ojos, un pañuelo
y
una lágrima en el suelo.
Una
lágrima cayó
y
detrás otras mías brotaron;
una
gota de marfil,
cargada
de ansiedad,
que
no se perdió sola.
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