CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ
Estaba el gato tendido en la puerta de su casa cuando vio pasar a una mujer cargada con dos bolsas, en una de las cuales llevaba algo que le despertó su interés. A la mujer le gustaban mucho los gatos y este no se hizo de esperar. En el trayecto, la mujer iba bisbiseando al animal, diciéndole bonico y "mini, mini". Él se le iba acercando y tratando de portarse como ella deseaba, aunque no del todo, pues no se conocían. El gato se rozaba con las paredes y con los árboles de la acera muy mimoso, y la rodeaba son sigilo como queriendo ser más cercano.
–¡Oh, minino guapo!, acércate que quiero verte –el
gato se acercó más pero no para dejarse acariciar–.¡Qué tímido eres!, pero se
te ve muy atento.
El camino era largo y la pobre mujer se puso a
descansar en un banco de madera, soltando las bolsas. Entonces se le acercó el
felino y, de repente, como una furia endemoniada, saltó sobre una de las
bolsas, la que contenía el pescado. Con sus uñas la trinchó y esparció el
contenido por el suelo, atrapando una hermosa sardina de un bocado en el
lomo y se dio a la fuga el descarado. La mujer quedó perpleja de ver cómo
se las había ingeniado para engatusarla..
Moraleja:" Si ves a un
hambriento
gato
que
da muestras de estar solo,
te
engañará si, a propósito,
se
puede llevar bocado.
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