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jueves, 14 de octubre de 2021

MI BOLÍGRAFO

 

Cristóbal Encinas Sánchez

 

         Pensé que era mi bolígrafo el que había utilizado para rellenar un impreso, y después lo metí en el bolsillo de mi camisa. La dependienta del establecimiento me avisó de que se lo devolviera. Yo me disculpé, pues no tenía intención de llevármelo ya que otros podrían necesitarlo.

            A mí me suelen regalar algún bolígrafo de vez en cuando, se ve que notan mi afición por este adminículo; siempre suelo llevar uno encima, y lo presto si alguien lo necesita. Me gusta apuntar cosas entre las páginas vacías de las libretas antiguas que encuentro en mis estanterías, para aprovecharlas. Cuando voy a alguna consulta médica, también subrayo lo interesante que encuentro en las revistas. Durante la espera, tomo cualquier trozo de papel que me haga falta para anotar un dato . Ya en casa, lo echo al cajón de mi mesa, lo amontono con otros que pasarán por sucesivas revisiones en los siguientes días. Algunos de estos papelillos se quedan en mi chaqueta, tan bien, que están como pegados a las paredes de los bolsillos.

           Cada año, al entrar el invierno, me encuentro estas pequeñas notas con renglones dispares e inextricables, y me sugieren diferentes temas y matices. Entonces me doy cuenta de que he cambiado algo.

            Se puede uno imaginar que cada bolígrafo nos sugiere ideas diferentes según su aspecto, su forma, tacto o por el color de la tinta contenida. Algunos son más de diario y otros se preservan para lucirlos en la firma de documentos. Estos nos sacan de la rutina y, cuando se gastan, van al depósito, una caja transparente de plástico. En general, los suelo guardar un tiempo por si puedo aprovechar cualquier parte si otros se rompen y también porque han sido los que me han hecho no permanecer inmutable a lo que me acontece, y fueron capaces de tirar de mis ideas y de encauzar mis pensamientos  en momentos convulsos.

            En fin, mi bolígrafo me ayuda diariamente a pensar y a salir con maña de la inercia represiva de la inactividad que nos acecha. Y, aunque él tenga un peso insignificante, liviano, es suficiente como para echarlo en falta cuando salgo de casa. Si no lo llevo encima, rápidamente vuelvo a por él, por eso de no estar, de alguna manera, retraído. Y porque también me sujeta fuertemente la cartera en el bolsillo izquierdo de la camisa.

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