CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ
Arrasé mi pelo tejido de años con mis angustias propias y las tuyas.
Empecé a acariciar tu cabellera teñida de parajes distintos
y ella me transmitió al momento tu sencillez clara.
No estoy dispuesto a que sufras ninguna inclemencia ni azote
que te cambie para siempre la gracia que porta tu persona.
Te sonrío y te animo como tú mereces.
Grácil asientes a mis arrullos predilectos que te abarcan
como a bienvenidos sueños de vuelo imperturbable
en la extensa llanura del espacio inventado tal como lo vemos:
limpio, tranquilo y solemne.
Acaecerá en ti como si fueras día,
como yo soy propenso a tus letargos de luna,
sabiendo que sobre la espuma mantienes atento
a quien por ti suspira más profundo
y más allá de donde puedas alcanzar con tu mirada.
Otra vez que te prestes a este juego mío,
te ruego que disfrutes con pleno entusiasmo
de la acalorada e insólita dedicación que te presto.