Cristóbal Encinas Sánchez
Esta noche he despertao
llorando mucho a mi mare
pues soñé que se había muerto
y no quise haber soñao.
Desperté sin creer que viviera,
mas después, pensando un poco,
me di cuenta del mal sueño
y me sentí to alegrao.
Y nunca quiero pensar
que mi mare un día muera,
aunque se pasen los años
mi muerte antes quisiera.
Yo quiero tanto a mi mare,
¡como que ella me ha penao!,
que cuando pienso en los daños
que yo a ella le he causao,
maldigo a toa mi persona
por haber sío tan malvao
con esa que yo más quiero,
la que en sus brazos he estao;
la que me daba sus sueños,
la que me ha alimentao.
Ahora yo me recuerdo
que cuando estaba acostao
ella venía a besarme
y a cerrar toas las ventanas
pa que no me diera el aire.
Y la escuchaba marcharse
por escaleras abajo,
fatigá:
su corazón no le daba
pa andar subiendo y bajando.
Y a veces yo la enrité
por cosas sin importancia,
¡qué malos somos a veces!
El que le falte a mi mare
jamás le miraré bien
aunque ni Dios lo permita;
¡que mi mare es toa mi vía!
y el que la vía le quita
me la quita a mí también.
Hijos de toas las mares,
a vosotros me dirijo
para deciros que cuidao,
que si una mare se acaba
se pierde lo más valío,
se pierde el amor más dao.
Y no hacerla nunca sufrir,
porque es la que más os quiere,
que es la que os ha parío.
Si alguien se pone en contra
de estas palabras escritas,
que ortografía no es que tengan
pero tienen sangre y vía,
nunca volváis a mirarlo,
no busquéis su compañía.
Por tanto, recordad esto
y siempre tengáis presente
que muchos, arrepentíos,
después de su madre muerta
desesperaos han llorao.
Y os digo esto yo
–perdonar mi ortografía–,
hijo como otro cualquiera,
que una mare es una mare
y to lo demás..., pasao.
No hay comentarios:
Publicar un comentario