http://ferliteraria.blogspot.com.es/

Translate

jueves, 19 de marzo de 2015

UNA LECCIÓN SIN INSTRUCCIÓN

Cristóbal Encinas Sánchez


        Con tanto frío en el aquel llano inhóspito y recién llegado del campamento, se sentía desarraigado, infeliz. Comenzaba el período de instrucción en el cuartel y un cabo se había fijado en él, en particular. El soldado era de mediana estatura pero fornido, y  ¿por qué no decirlo?, aquello era algo a lo que no estaba acostumbrado.
Empezaban por la mañana a dar la instrucción y a desfilar en el patio. Todos los días, varias veces se le acercaba el cabo por la espalda y le echaba la zancadilla. Trataba de que cogiera el paso y siempre le preguntaba que si es que no entendía sus palabras, y si las comprendía y no las cumplía es que era tonto.                                                                                                

Un día le dio un empujón y estuvo a punto de caer, teniendo dificultad para mantener el equilibrio. El "bulto" -como solía llamar al soldado- no le echó mucha cuenta, a pesar de estar contrariado. Lo tenía enfilado -decía claramente- porque no sabía expresarse bien. Se le había metido entre ceja y ceja y no dejaría escapar una ocasión para mostrarse arrogante ante aquel pueblerino novato.
Una tarde de sábado, el cabo fue a la compañía y se cruzó con él en las escaleras; estaban solos. Se hicieron el saludo reglamentario y, tras lanzarse una sonrisa de cortesía, el soldado se le revolvió y lo agarró por el cuello asomándolo por el hueco del tercer piso y, con signo inequívoco, le prometió:      

–¡Si sigues metiéndote conmigo, esto es lo que te va a pasar! – lo asomó al vacío, sacándole más de medio cuerpo –: te voy a dejar caer, ¡so hijo de puta!, y te vas a estrellar contra el suelo si sigues echándome la zancadilla, ¿me has entendido?  
El cabo, al sentirse suspendido en el aire, sin control sobre su cuerpo, vio que iba en serio. Oyó por segunda vez la iracunda voz del "bulto" con los ojos salidos de las órbitas:
–Te voy a dejar caer, ¡que eres tú muy chulo! ¿Vas a seguir haciéndome la vida imposible?
Le envió otra mirada con vehemencia, sin darle la oportunidad de agarrarse al pasamanos de la baranda. Estaba convencido de su veracidad: si lo soltaba, nadie sabría en aquella tarde de otoño qué habría podido pasarle. Aquel soldado tenía preparado minuciosamente el asalto y habiendo solicitado un pase de pernocta para salir a la ciudad, nadie le implicarían en nada, pues él mismo lo había cursado.
–¡No! No te complicaré más la vida –le contestó el cabo aquejado, con la voz rota y el rostro amoratado.

Lo dejó pisar el suelo de golpe y suavemente le quitó las manos de encima. Muy amablemente y con una sonrisa comprensible, le dio sobradas razones para pensar que había tenido suerte, al menos por esta vez.                                                                                    A partir de entonces no se le vio más en actitud de acoso hacia el soldado sino que, más bien, comenzaron a ser amigos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario