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sábado, 1 de septiembre de 2018

SIN CUARTELILLO

Cristóbal Encinas Sánchez

           Cuando alguien le dijo: "Ten cuidado y no se te ocurra preguntar —aunque sea por una verdad que corre de boca en boca—, ni des ningún nombre si te preguntan, porque después nadie va a respetar los derechos de ninguno de los buscados", no se lo podía creer, pero había pruebas de que se las tomarían por su mano.
No era capaz de sacarse de la cabeza aquellas palabras y estaba dispuesto a comprobarlo por él mismo. Aquella  misma noche, escondido tras el postigo de su ventana, observó a un tropel de personas entrar en la iglesia. A altas horas de la madrugada, después de oír gritos desgarradores, vio a pequeños grupos salir por la puerta trasera de la casa del cura. La desbandada se generalizó. Allí se estaba cociendo algo. Tuvo el presagio de que iban a por él y decidió no esperar más.               
Tomó su escopeta, llenó el morral con alimentos frescos y una botija de agua. Saltó la tapia del huerto y se lanzó campo a través para alejarse rápidamente. A continuación se cobijó en las cuevas de los montes cercanos.
Comentaban que los que iban con el estraperlo, bien de madrugada o al caer la tarde, raramente se encontraban con la Guardia Civil. Esta solía preguntar sobre los huidos y les informaban de que en caso de encontrarse con alguien que pidiera pan por caminos apartados y a cambio les ofreciesen piezas de caza menor, con buenas maneras, que se fijaran bien en su rostro o se quedaran con alguna pista clave de su figura para que lo pudieran identificar posteriormente.
Pasó un mes y la Guardia Civil no pudo encontrarlo, por lo que prepararon una gran emboscada. Fueron cercando una vasta extensión de terreno, de manera que nadie de los que se escondieran por aquellos parajes pudiera imaginárselo ni escapar. 
Cuando llegaron a los montes por donde se habían encontrado algunas huellas, las siguieron hasta llegar a la junta de dos ríos, lugar por el que él se metía hacia la espesura. Era un sitio proclive a resguardarse, por lo que comenzaron a reducir el círculo. Se veía claro por dónde se escondía.
Durante varios días estuvo sitiado. En tan reducido espacio, y sin comida, no le cupo otra posibilidad que la de entregarse.
Cuando le atraparon, ni escucharon sus razones ni le dieron cuartelillo.

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