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jueves, 4 de septiembre de 2014

NEGROS NUBARRONES

NEGROS NUBARRONES
(Dedicado a los que lucharon para erradicar esta afición)
CRISTÓBAL ENCINAS SÁNCHEZ

Negros nubarrones, negros,
llevas al interior, si aspiras
mortíferos elementos
cuando enciendes un cigarro.
El humo, con su desgarro,
te hace añicos los pulmones.
Si ávido te lo fumas,
y regalas, de repente,
encontrarás portentoso
un cáncer muy amoroso;
serás súbdito sumiso
para enfrentarte al cadalso,
porque seguro es el paso:
envuelto en papel de muerte
es vivaracho.
¡No digas que no te lo han dicho!

Te aguarda y  te acecha diestro
y con la espada te pincha
para traspasarte el cuerpo.
El efecto es relevante
si no le tienes el miedo,
necesario y acuciante,
te quita pronto de en medio.
Si incesante el humo tragas,
a ti te mina por dentro
y no tendrás duda alguna
de atravesarte, por cierto.
Grandes pinchazos con lanza
no te dejarán vivir
y hasta desearás morir
por atreverte a fumarlo,
cigarro feo de largo;
te carcome y te arruina,
como martillo en el yunque
que forja la enfermedad.
Ese humo que te hiere,
te confiere  nulidad
para la vida,
si lo aspiras, hondamente.
¡Necedad, trampa, tontura!,
es cosa que no te miente,
que te absorbe y te tortura,
que dura la eternidad.

El humo que se desprende
te contamina, te hiere,
te cercena la comida,
la bebida te la impide,
y hasta la orina
es incapaz de salir
de la vejada vejiga.

¡Qué delicioso el suspiro!,
el del último momento,
y exhalar :
¡No me arrepiento
de lo que fumé en la vida!
Y aquí yacen esparcidas
las cenizas de mi cuerpo,
por las que fumé en paz,
mas ya no siento el tormento.
¡Que en paz descanso
y descanse la afición!,
que no poca es la aflicción;
que en este momento cese
de tener la aspiración
de algo tan suculento
de este fatal alimento,
que a la ausencia me llevó.

Tengo ya tal convicción
de que me falte por siempre
el humo de mis pulmones,
que adoraré este aposento
sin aliento y sin temores.
¡Adiós, queridas labores
de tabaco!,
que me dejasteis cargado
de múltiples sinsabores
y de la vida colgado.
¡Perdón!, por si os he aguado
con  mi relato el instante,
en el preciso momento
en que extinta ya he dejado
de mis labios la sonrisa,
por no dejar el cigarro.

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