http://ferliteraria.blogspot.com.es/

Translate

viernes, 5 de septiembre de 2014

REPARTICIÓN INDEBIDA

Cristóbal Encinas Sánchez

        Por la noche había una función especial en el cine del pueblo. Venía un cantante famoso y la gente se disponía a no dejar escapar una ocasión que pudiera ser única en su vida. El artista se llamaba Antonio. Era moreno, de pelo negro y con unos rizos que luego en la escuela lo comentaríamos las niñas de mi curso. Era muy guapo y tímido.                                                                                            Recuerdo bien que mi hermano Juanito tenía diez años y yo soy dos años mayor que él. Mis padres se arreglaron pronto porque querían ir a sacar las entradas sin tener aglomeraciones. Mi hermano no quería ver la función porque estaba jugando en la calle con sus amigos. Mi padre le comentó que viniera con nosotros, pues le gustaría escuchar en directo esas canciones que oía en la radio de la abuela. Era un cantante famoso y muy querido, por lo que se alegraría de verlo, al menos cuando fuera mayor. Por tanto, nos apresuramos un poco y nos pusimos en camino. Faltaba media hora y todavía no había venido el despachador de las entradas. Éramos de los primeros y no tardaríamos más que unos minutos en tenerlas en nuestro haber y buscaríamos el mejor sitio entre las filas centrales.                                                                                                                     De pronto asomó un grupo de niños mayores y empezaron a dar empujones al final de la fila. Mantuvieron una pequeña disputa hasta que por fin llegó el que vendía las entradas. Anunció por el altavoz que en unos veinte minutos comenzaría la función. En ese momento empezó a llover y la gente se resguardaba apretujándose. Los niñatos seguían con los empujones y a desequilibrar la fila, molestando. Entonces aparecieron dos guardias municipales para poner orden. Estos, con caras de pocos amigos, empezaron a silbar haciendo gestos para disuadir a los más folloneros. Como se tardaba mucho y la cola cada vez se hacía más larga la gente se desesperaba. El guardia más bajito se escaramuzó con los jóvenes y, viendo que no llegaban a hacerle  caso, sacó el vergajo y comenzó a repartir leña. El otro policía, de más edad, estaba por el diálogo e intentó poner paz. Algunos de los jóvenes despotricaron y les dijeron pringaos y fascistas, para así ridiculizarlos y moderar al más lanzado. El jaleo acabó pronto y, como mi madre se puso de los nervios, le dijo a mi padre que se iba a casa. Mi hermano y yo estábamos entretenidos y nos callamos. Entramos los tres a ver la función y esperamos sentados a que subiera el telón.                                                       Salió el artista  y cantó como nadie lo había hecho. Él no saludaba, pero sonreía y todos le aplaudíamos. La verdad es que nunca oí una voz tan portentosa. Se trasponía y nunca sabíamos cuándo iba a respirar. Mi padre, en ese momento, miró a mi hermano y le dijo satisfecho: “¿Ves?, te lo dije: esta actuación la recordarás siempre”.                                                                                              
De camino a casa, me refería mi Juanito que el guardia les había pegado unos cuantos vergajazos a unos que siempre lo molestaban en el patio del colegio. Estaba contento porque se lo había pasado muy divertido con el cante y más con la repartición. “Cuando cuente esto mañana  en el colegio, lo que se van  a reír mis amigos, al saber que a los del fumeteo les han dado yesca, por listos” -repetía.             Nos cogimos los dos de la mano de mi padre y emprendimos un paso rápido hacia nuestra casa, porque esta vez la lluvia nos empapaba.

1 comentario:

  1. Actuación movidita y entretenida. Muy bien contada , me he visto en la fila comprando mi entrada.

    ResponderEliminar