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sábado, 11 de enero de 2020

SIN CUARTELILLO



Cristóbal Encinas Sánchez

                Cuando alguien le dijo: "Ten cuidado y no se te ocurra preguntar —aunque sea por una verdad que corre de boca en boca— ni des ningún nombre, porque no van a respetar los derechos de ninguno de los buscados", él no se lo podía creer, pero todo le indicaba que la cosa iba en serio.

No era capaz de sacarse de la cabeza aquellas palabras. Maduró la idea y aquella misma noche, escondido tras del postigo de la ventana, vio un tropel de personas entrar en la iglesia. A altas horas de la madrugada, un pequeño grupo salió por la puerta trasera de la casa del cura, después de oír dos gritos desgarradores. La desbandada fue generalizada, todos salieron de la casa atropelladamente. Allí se estaba cociendo algo que no le gustaba y no aguantó más.
Se preparó con ropa de abrigo, unas buenas botas y llenó su morral con alimentos frescos, se cogió al cinto una pequeña cantimplora. Saltó la tapia del huerto y se lanzó campo a través para alejarse rápidamente del pueblo. Después se cobijó en una cueva de los montes cercanos.
Los que iban con el estraperlo, bien de madrugada o al caer la tarde, se encontraban con regularidad a la guardia civil, que les preguntaba sobre los huidos y le Informaban de que, en caso de encontrarse con alguno que pidiera pan por caminos apartados y a cambio les ofreciera alguna pieza de caza de muy buenas maneras, deberían fijarse bien en su rostro, o se quedaran con alguna pista que los pudiera identificar, pues sería uno de los individuos buscados.
Pasó un mes y la guardia civil no pudo encontrarlo. Se corrió por el pueblo que le iban a preparar una emboscada. Y fue cierto. Cercaron una vasta extensión de terreno, que nadie podía imaginarse y la fueron reduciendo exhaustiva y minuciosamente.
Cuando llegaron a los montes, encontraron su huella, siguiendo la margen del río por donde él se metiera los últimos días en la espesura, en un sitio poco susceptible de esconderse, y redujeron el círculo. Habían acertado con el escondrijo.
Durante varios días estuvo sitiado. En tan reducido espacio, y sin comida, no le cupo otra posibilidad que la de entregarse.
Pero ya era tarde. Cuando le atraparon, ni escucharon sus razones principales ni le dieron cuartelillo.

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