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jueves, 6 de noviembre de 2014

ASÍ LLEGÓ MI VIOLETA

Cristóbal Encinas Sánchez


La primera vez que se emitió en TV la serie de El pájaro espino, nació mi hija. Los protagonistas principales fueron Richard Chamberlain, Rachel Ward y Bárbara Stanwyck , entre otros. Fue una película romántica y nos gustó mucho. Cuando terminó esta, nos acostamos.
A las tres de la madrugada me despierta mi mujer, diciéndome:  "He roto aguas". Sin demora nos levantamos y nos preparamos para ir al hospital. Cogí la bolsa con todo lo necesario y mi Renault 5, que lo había comprado  cuatro  meses antes previendo  lo mismo, y nos pusimos en camino.  Nos hicieron el ingreso y solo quedaba esperar tranquilo a que todo se sucediera  con normalidad,  aunque con lentitud hasta el alumbramiento.
Los dolores comenzaron a  manifestarse flojos a las 03:40 h como un amago para entrar en faena.  En ese momento cogí  un papel que yo había dejado antes en la mesilla y apunté la hora. A  continuación le puse un asterisco y lo aclaré: "significa que el dolor es aún pequeño".
A medida que van llegando los dolores, y mediante convenio tácito con mi mujer, establecemos que  según  la intensidad de los mismos en esta sucesión irregular de ellos y hasta que acabara el proceso, me lo haría saber  con un simple apretón de manos. Al siguiente dolor, me apretó  con mayor fuerza. Yo apunté dos asteriscos y la duración que tuvo. Así, transcribiendo al papel estos datos, me iba yo haciendo una composición de que el proceso seguía con regularidad. Al menos eso creí.
Sobre las siete de la mañana, cuando el doctor Martínez la llamó para llevársela al paritorio, acabarían mis sobresaltos.  Llegué a apuntar hasta cinco asteriscos, que fundamentaban el mayor sufrimiento. Mis manos también lo agradecieron, porque varias veces llegó  mi mujer a clavarme las uñas, cosa que nunca me hizo con anterioridad.

Pasó un cuarto de hora cuando el doctor preguntó: "¿ A  ti qué es lo que te pasa?", diciéndoselo a mi hija recién llegada. Porque ella no lloraba desconsoladamente, sino que mascullaba disconforme con una simple imitación al lloro. Daba la impresión de que la había despertado de un apacible sueño del que la habían sustraído sin su permiso. Sencillamente, estaba un poco molesta.

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